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¡QUE SUCIOS ERAMOS!

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28092011

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¡QUE SUCIOS ERAMOS! Empty ¡QUE SUCIOS ERAMOS!




El artículo de Mino sobre el retrete hace que publique el siguiente artículo.
El escritor Sandor Marai, nacido en 1900 en una familia rica del Imperio Austrohúngaro, cuenta en su libro de memorias Confesiones de un burgués que durante su infancia existía la creencia de que “lavarse o bañarse mucho resultaba dañino, puesto que los niños se volvían blandos”. Por entonces, la bañera era un objeto más o menos decorativo que se usaba “para guardar trastos y que recobraba su función original un día al año, el de San Silvestre. Los miembros de la burguesía de fines del siglo XIX sólo se bañaban cuando estaban enfermos o iban a contraer matrimonio”. Esta mentalidad, que hoy resulta impensable, era habitual hasta hace poco. Es más, si viviéramos en el siglo XVIII, nos bañaríamos una sola vez en la vida, nos empolvaríamos los cabellos en lugar de lavarlos con agua y champú, y tendríamos que dar saltos para no pisar los excrementos esparcidos por las calles.

• Del esplendor del Imperio al dominio de los “marranos”
Curiosamente, en la Antigüedad los seres humanos no eran tan “sucios”. Conscientes de la necesidad de cuidar el cuerpo, los romanos pasaban mucho tiempo en las termas colectivas bajo los auspicios de la diosa Higiea, protectora de la salud, de cuyo nombre deriva la palabra higiene. Esta costumbre se extendió a Oriente, donde los baños turcos se convirtieron en centros de la vida social, y pervivió durante la Edad Media. En las ciudades medievales, los hombres se bañaban con asiduidad y hacían sus necesidades en las letrinas públicas, vestigios de la época romana, o en el orinal, otro invento romano de uso privado; y las mujeres se bañaban y perfumaban, se arreglaban el cabello y frecuentaban las lavanderías. Lo que no estaba tan limpio era la calle, dado que los residuos y las aguas servidas se tiraban por la ventana a la voz de “agua va!”, lo cual obligaba a caminar mirando hacia arriba.
• Vacas, caballos, bueyes dejaban su “firma” en la calle
Pero para lugares inmundos, pocos como las ciudades europeas de la Edad Moderna antes de que llegara la revolución hidráulica del siglo XIX. Carentes de alcantarillado y canalizaciones, las calles y plazas eran auténticos vertederos por los que con frecuencia corrían riachuelos de aguas servidas. En aumentar la suciedad se encargaban también los numerosos animales existentes: ovejas, cabras, cerdos y, sobre todo, caballos y bueyes que tiraban de los carros. Como si eso no fuera suficiente, los carniceros y matarifes sacrificaban a los animales en plena vía pública, mientras los barrios de los curtidores y tintoreros eran foco de infecciones y malos olores.
La Roma antigua, o Córdoba y Sevilla en tiempos de los romanos y de los árabes estaban más limpias que Paris o Londres en el siglo XVII, en cuyas casas no había desagües ni baños. ¿Qué hacían entonces las personas? Habitualmente, frente a una necesidad imperiosa el individuo se apartaba discretamente a una esquina. El escritor alemán Goethe contaba que una vez que estuvo alojado en un hostal en Garda, Italia, al preguntar dónde podía hacer sus necesidades, le indicaron tranquilamente que en el patio. La gente utilizaba los callejones traseros de las casas o cualquier cauce cercano. Nombres de los como el del francés Merderon revelan su antiguo uso. Los pocos baños que había vertían sus desechos en fosas o pozos negros, con frecuencia situados junto a los de agua potable, lo que aumentaba el riesgo de enfermedades.
• Los excrementos humanos se vendían como abono
Todo se reciclaba. Había gente dedicada a recoger los excrementos de los pozos negros para venderlos como estiércol. Los tintoreros guardaban en grandes tinajas la orina, que después usaban para lavar pieles y blanquear telas. Los huesos se trituraban para hacer abono. Lo que no se reciclaba quedaba en la calle, porque los servicios públicos de higiene no existían o eran insuficientes. En las ciudades, las tareas de limpieza se limitaban a las vías principales, como las que recorrían los peregrinos y las carrozas de grandes personajes que iban a ver al Papa en la Roma del siglo XVII, habitualmente muy sucia. Las autoridades contrataban a criadores de cerdos para que sus animales, como buenos omnívoros, hicieran desaparecer los restos de los mercados y plazas públicas, o bien se encomendaban a la lluvia, que de tanto en tanto se encargaba arrastrar los desperdicios.
Tampoco las ciudades españolas destacaban por su limpieza. Cuenta Beatriz Esquivias Blasco su libro ¡Agua va! La higiene urbana en Madrid (1561-1761), que “era costumbre de los vecinos arrojara la calle por puertas y ventanas las aguas inmundas y fecales, así como los desperdicios y basuras”. El continuo aumento de población en la villa después del esblecimiento de la corte de Fernando V a inicios del siglo XVIII gravó los problemas sanitarios, que la suciedad se acumulaba, pidiendo el tránsito de los caos que recogían la basura con dificultad por las calles principales

• En verano, los residuos se secaban y mezclaban con la arena del pavimento; en invierno, las lluvias levantaban los empedrados, diluían los desperdicios convirtiendo las calles en lodazales y arrastraban los residuos blandos los sumideros que desembocaban en el Manzanares, destino final de todos los desechos humanos y animales. Y si las ciudades estaban sucias, las personas no estaban mucho mejor. La higiene corporal también retrocedió a partir del Renacimiento debido a una percepción más puritana del cuerpo, que se consideraba tabú, y a la aparición de enfermedades como la sífilis o la peste, que se propagaban sin que ningún científico pudiera explicar la causa.

Los médicos del siglo XVI creían que el agua, sobre todo caliente, debilitaba los órganos y dejaba el cuerpo expuesto a los aires malsanos, y que si penetraba a través de los poros podía transmitir todo tipo de males. Incluso empezó a difundirse la idea de que una capa de suciedad protegía contra las enfermedades y que, por lo tanto, el aseo personal debía realizarse “en seco”, sólo con una toalla limpia para frotar las partes visibles del organismo. Un texto difundido en Basilea en el siglo XVII recomendaba que “los niños se limpiaran el rostro y los ojos con un trapo blanco, lo que quita la mugre y deja a la tez y al color toda su naturalidad. Lavarse con agua es perjudicial a la vista, provoca males de dientes y catarros, empalidece el rostro y lo hace más sensible al frío en invierno y a la resecación en verano

• Un artefacto de alto riesgo llamado bañera

Según el francés Georges Vigarello, autor de Lo limpio y lo sucio, un interesante estudio sobre la higiene del cuerno en Europa, el rechazo al agua llegaba a los más altos estratos sociales. En tiempos de Luis XIV, las damas más entusiastas del aseo se bañaban como mucho dos veces al año, y el propio rey sólo lo hacía por prescripción médica y con las debidas precauciones, como demuestra este relato de uno de sus médicos privados: “Hice preparar el baño, el rey entró en él a las 10 y durante el resto de la jornada se sintió pesado, con un dolor sordo de cabeza, lo que nunca le había ocurrido... No quise insistir en el baño, habiendo observado suficientes circunstancias desfavorables para hacer que el rey lo abandonase”. Con el cuerno prisionero de sus miserias, la higiene se trasladó a la ropa, cuanto más blanca mejor. Los ricos se “lavaban” cambiándose con frecuencia de camisa, que supuestamente absorbía la suciedad corporal.

El dramaturgo francés del siglo XVII Paul Scarron describía en su Roman comique una escena de aseo personal en la cual el protagonista sólo usa el agua para enjuagarse la boca. Eso sí, su criado le trae “la más bella ropa blanca del mundo, perfectamente lavada y perfumada”. Claro que la procesión iba por dentro, porque incluso quienes se cambiaban mucho de camisa sólo se mudaban de ropa interior —si es que la llevaban— una vez al mes.

• Aires ilustrados para terminar con los malos olores

Tanta suciedad no podía durar mucho tiempo más y cuando los desagradables olores amenazaban con arruinar la civilización occidental, llegaron los avances científicos y las ideas ilustradas del siglo XVIII para ventilar la vida de los europeos. Poco a poco volvieron a instalarse letrinas colectivas en las casas y se prohibió desechar los excrementos por la ventana, al tiempo que se aconsejaba a los habitantes de las ciudades que aflojasen la basura en los espacios asignados para eso. En 1774, el sueco Karl Wilhehm Scheele descubrió el cloro, sustancia que combinada con agua blanqueaba los objetos y mezclada con una solución de sodio era un eficaz desinfectante. Así nació la lavandina, en aquel momento un gran paso para la humanidad.

• Tuberías y retretes: la revolución higiénica



En el siglo XIX, el desarrollo del urbanismo permitió la creación de mecanismos para eliminar las aguas residuales en todas las nuevas construcciones. Al tiempo que las tuberías y los retretes ingleses (WC) se extendían por toda Europa, se organizaban las primeras exposiciones y conferencias sobre higiene. A medida que se descubrían nuevas bacterias y su papel clave en las infecciones —peste, cólera, tifus, fiebre amarilla—, se asumía que era posible protegerse de ellas con medidas tan simples como lavarse las manos y practicar el aseo diario con agua y jabón. En 1847, el médico húngaro Ignacio Semmelweis determinó el origen infeccioso de la fiebre puerperal después del parto y comprobó que las medidas de higiene reducían la mortalidad. En 1869, el escocés Joseph Lister, basándose en los trabajos de Pasteur, usó por primera vez la antisepsia en cirugía. Con tantas pruebas en la mano ya ningún médico se atrevió a decir que bañarse era malo para la salud.
Revista Muy Interesante Nro.226- Que Sucio Éramos Luis Otero-
PARA SABER MÁS: Lo limpio y lo sucio. La higiene del cuerpo desde la Edad Media. Georgs Vtgatello. Ed. Altaya. 997
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¡QUE SUCIOS ERAMOS! :: Comentarios

Gatofidio

Mensaje Miér 28 Sep - 11:55:46  Gatofidio

Leyendo tu excelente articulo me acorde de un pasaje muy particular de la novela Azteca de Gary Jenning, donde relata el encuentro entre el protagonista Mixtli o Nube Oscura y los primeros españoles en caer prisioneros Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero

Por un tiempo, yo solamente los observé a través de mi cristal, lo que hizo que temblaran más notoriamente. Ahora ya estoy más acostumbrado y resignado a la apariencia tan desagradable de los hombres blancos, pero en aquel entonces no lo estaba y ambos me
intrigaron y me repugnaron a la vez, por la blancura de cal de la piel de su rostro, pues en nuestro Único Mundo, blanco era el color de la muerte y del luto. Ningún ser humano era de ese color, excepto por los muy poco frecuentes monstruos tlacaztali. Bueno, esos dos tenían
por lo menos ojos pardos o negros, de humano, o pelo negro o pardo aunque feamente rizado y de arriba de sus cabezas el pelo les crecía, de la misma manera, en sus mejillas, sobre sus labios, en sus barbillas y gargantas. Lo demás de ellos estaba escondido por lo que parecía ser un montón de ropas en desorden, aunque ahora sé que eran camisas, justillos, calzones, guanteletes, botas y cosas por el estilo, pero aun así, me parecía que sus ropas eran excesivamente pesadas, ceñidas y probablemente muy incómodas en comparación con la que acostumbraban a utilizar a diario nuestros hombres, el simple taparrabo y el manto, ambos muy ligeros.

«Desvestidlos», ordené a los guardias, quienes me miraron con indignación y refunfuñaron antes de cumplir mi orden. Los dos forasteros, otra vez, forcejearon y chillaron aún más fuerte, como si los estuvieran desollando en lugar de quitarles las ropas de tela y
cuero. Nosotros, los que observábamos, éramos los que deberíamos habernos quejado, pues cada ropa mugrosa que era quitada nos traía un nuevo olor todavía más repugnante. Y cuando les quitaron las botas —¡yya ayya!—, cuando las botas salieron, todos los que estábamos en el patio del palacio, incluyéndome a mí, nos retiramos lo más rápido que pudimos y lo más lejos también, de tal manera que los dos forasteros quedaron, vilmente desnudos, en el centro de un círculo

Los hombres blancos, quienes parecían preferir su repulsión y temían la limpieza como un signo de debilidad o afeminamiento. Por supuesto, que sólo hablo de los soldados blancos. Su Ilustrísima, quienes todos ellos, desde el de rango más bajo hasta su comandante Cortés,compartían esa vergonzosa excentridad. No estoy muy bien familiarizado con los hábitos de limpieza de las clases más altas, como Su Ilustrísima, pero muy pronto me di cuenta de que
esos caballeros, utilizan con liberalidad perfumes y pomadas para disimular el olor del sudor, queriendo dar la impresión de que se bañan frecuentemente.
Estaban parados allí, encorvados y temblorosos, como niños
que esperaran una tunda de azotes y protegían sus genitales con las dos manos, como si fueran un par de doncellas temerosas de ser violadas, así es que la altura de sus cuerpos quedaba muy menguada. Y lo que es más, se veían miserablemente debiluchos, pues la piel de sus cuerpos era todavía más blanca que la de sus caras.
Le dije a Ah Tutal: «Nunca podré acercarme lo suficiente para interrogarles, Señor Madre, hasta que ellos no se hayan bañado. Si no lo hacen por sí mismos, entonces nosotros debemos hacerlo por ellos.»
El me dijo: «Francamente le diré, Campeón Ek Muyal, que en la forma en que huelen, así desvestidos, tengo que declinar el honor de permitir que utilicen las tinas de baño y las casas de vapor. Créame usted que tendría que destruirlas y volverlas a construir.»
«Estoy completamente de acuerdo con usted —le dije—. Simplemente dé la orden a sus esclavos de que traigan agua y jabón y los bañen aquí mismo.»
A pesar de que el jefe de los esclavos usó agua tibia, jabón de cenizas y suaves esponjas de baño, los objetos de su atención se defendían lanzando alaridos como si los hubiesen estado engrasando para asarlos o como si les escaldaran el pellejo como se le hace al verracoespín para poder quitarle más fácilmente sus púas. Mientras todo ese estrépito se llevaba a efecto, yo hablé con cierto número de mujeres y muchachas tiho, quienes habían pasado una noche o más con los forasteros. Éstas habían aprendido algunas palabras del lenguaje de ellos y me las dijeron, pero sólo eran nuevas palabras para tepili y tepuli, el acto sexual y demás, palabras que no me eran muy útiles en un interrogatorio formal. Las mujeres también me
confiaron que los miembros de los forasteros estaban proporcionados a su estatura y así es que cuando estaban en erección eran admirablemente inmensos, comparados con los miembros usuales de los xiu, pero ninguna mujer se deleitó al tener ese gran tepuli a su
servicio, según ellas mismas me dijeron, pues estaban tan rancios por la suciedad acumulada durante toda su vida, que daban ganas de vomitar ante su vista o su olor. Como una muchacha hizo notar: «Sólo una hembra buitre podría disfrutar realmente el copular con una de esas criaturas.»


La primera vez que lo leí, me reía a carcajada limpia, y de solo imaginar la escena, en especial cuando dicen que le sacan las botas.......pensando en que uno a veces esos días de verano que tiene medias y zapatillas de cuero ecológico (plástico bah), huyen hasta los mosquitos, no quiero pensar en esa situacion en la selva tropical del sur de mexico y con una humedad alta y sin las costumbres de higiene actual.........

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mino

Mensaje Miér 28 Sep - 12:41:14  mino

No puedo ( ni quiero), imaginar el olor que tendrían esos hombres y mujeres con tanta mugre acumulada.
Si a veces, habiéndonos bañado por la mañana, después de un dia muy caluroso, tenemos que bañarnos nuevamente porque nos sentimos todos transpirados y con olor a chivo.
¿Cómo hacían para dormir juntos o hacer el amor?????
¡Terrible!!!!!!

Ahora se explica cómo las pestes se propagaban inconteniblemente.
¡Muy interesante!!

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Marcela

Mensaje Miér 28 Sep - 16:00:09  Marcela

¡Guácala, de tanta merde se me revuelve el estómago!. ¡Tanta pomposidad que había en esa época y tanta mugre, aggggg!.

Me dió risa lo de "agua va", el otro día venía por la vereda de la otra cuadra de mi casa y hay una obra en construcción en un primer piso y justo después que pasó una señora, al albañil se le cayeron unos pedazos de ladrillos huecos que de milagro no le dieron en la cabeza, pero con lo que pusiste Cris, creo que prefiero los ladrillos a recibir el producto de "¡agua va!" Laughing

Silu, yo también me reí con tu relato y me imagino el sufrimiento de esos pobres aborígenes ante tal cúmulo de mugre, creo que entre ellos no se daban cuenta del olor porque lo tendrían impregnado en sus narices, ¡cuac!, diría yo tongue

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Gatofidio

Mensaje Miér 28 Sep - 16:39:03  Gatofidio

Alguna vez lei, por ahi, que la moda española de la época de grandes sombreros aludos, capas largas y botas, era justamente para protegerse de lo que caía de arriba que no solo era agua.......lo cual me remite al sombrero de tu vecino muy aludo y con las borlas caídas...y aquí la pregunta del millón....esas borlas eran del sombrero o les cayeron de arriba Razz Razz

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Marcela

Mensaje Miér 28 Sep - 16:45:49  Marcela

¡Tenés razón Silu, y después le echa la culpa a mi pobre pajarito! Very Happy

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Cris

Mensaje Miér 28 Sep - 20:21:08  Cris

Silu no tuve la suerte de leer la novela "Azteca" de Gary Jenning y eso que leo todo lo que cae en mis manos y puedo comprar.

Evidentemente los españoles no trajeron buenas cosas a los indios, no solo trajeron la propia mugre sino que también empezaron a haber entre las tribus pestes desconocidas como la viruela, venéreas, etc.

Sobre las costas de nuestro Río de la Plata las cosas tampoco fueron diferentes. No recuerdo por dónde leí que Mendoza ya venía enfermo de sífilis.

Y las costumbres en cuanto a higiene dejaban bastante que desear, ya fuera con el propio cuerpo o en las calles.

Seguramente todos hemos leído "El matadero" de Esteban Echeverría que se te llegan a revolver las tripas.

Pero... según decían los residentes toda peste que caminaba era culpa de los esclavos, que vivían hacinadosy en condiciones infrahumanas en el hoy barrio de San Telmo y en otros.

En fin... los españoles también dejaron cosas que en la Gran Aldea primitiva se desconocían y no solo allí sino donde supieron plantar sus reales: la lengua y la religión.

Y luego vinieron los demás, de los cuales muchos nacimos.

Y si miramos en el presente siglo hay enfermedades que han recrudecido: la tuberculosis, varicela, sarampión y algunos casos de tos convulsa.

Ni hablar del dengue, cólera, hanta virus, chagas... Me parece que no todos los habitantes de este suelo sabemos cómo evitar estas enfermedades.

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mino

Mensaje Miér 28 Sep - 22:17:28  mino

Y no es necesario ir a un lugar pobre para ver suciedad.
En el microcentro o en Palermo no se puede creer que en las esquinas se acumule tanta basura desparramada , ni hablar de los excrementos de animales que tapizan las veredas.

Hemos recorrido un largo camino............pero aún hay gente que vive en la Edad Media.

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Marcela

Mensaje Jue 29 Sep - 17:08:19  Marcela

¡Ya lo creo Mino!, si vieran la cantidad de basura que encuentro todos los días en el frente de mi casa, botellas de plástico que van tomando por la calle (encima tengo un kiosco al lado y por ahí se sientan los chicos y tiran ahí nomás las tapitas de las gaseosas, aunque a unos metros tienen un cesto de basura que puso la Municipalidad hace dos años) los paquetes vacíos de snacks, y los días de viento vuelan las bolsas de plástico como si fuera una película del viejo oeste, ¿se acuerdan que pasaban esas bolas como de arbusto seco? así ruedan las bolsas y luego van a parar a las bocas de tormenta y la gente se queja por ello.

En fin, nos falta mucha educación, que no es la que se obtinen en las escuelas sino que viene de la casa, para que podamos comportarnos civilazadamente. Sad

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Aramis

Mensaje Sáb 1 Oct - 9:53:18  Aramis

Un tema mas que interesante el del baño y la limpieza pero que a mi escaso entender tiene varios puntos que darían para una larga charla, tomemos como ejemplo este párrafo del escrito de Cris: "“lavarse o bañarse mucho resultaba dañino" los Astrohúngaros unos sabios como pocos, ¿quien podría discutir esta exacta afirmación?. Todos conocerán el famoso baño Polaco "patas, bolas y sobaco" y el no menos excitante baño Frances "apenas mojo los pies". Vemos entonces que con poca agua y menos jabón y cuidando el medio ambiente han llegado sin problemas al primer mundo tan codiciado por nosotros, los de cuarta
Por lo tanto el slogan sería "si queres llegar....... no te tenes que bañar"
Dejando por ahora el tema del baño que ya todos sabemos es dañino para el cuerpo pasemos a lo posteado por don gato.
Seguramente el profe barcino (según La Boti - alguien sabe en que anda?) saldrá a ampliar lo que diga, creo que la ciudad mas grande de Europa en esa época del descubrimiento de América era Francia con alrededor de 70.000 habitantes, mientras que los "incultos indios de mierda" tenían ciudades como Tikal que fue uno de los principales centros culturales Mayas y estuvo densamente poblado durante el esplendor de esa civilización, alcanzó a albergar a 150.000 habitantes en 60 kilómetros cuadrados.
Tenochtitlán tenía también alrededor de 150.000 habitantes y superaba en extensión y planificación urbana a cualquier ciudad europea de la época. Los aztecas edificaron Tenochtitlán en el islote central del lago de Texcoco. Una red de canales y puentes unía las islas restantes, con lo que la capital en realidad quedó conformada por seis ciudades.
También construyeron calzadas, acueductos, islotes artificiales hechos con vegetación del lago, lodo y raíces. Al principio estos islotes eran tierras de cultivo; más tarde, se añadieron viviendas y fueron conectadas con puentes, como Venecia.
Todo fue salvajemente saqueado y rapiñado por los conquistadores españoles dirigidos por Hernán Cortés uno de los "cibilizados conquistadores" que cambiaron el curso de nuestra historia.
Tal ves hoy seríamos otra cosa

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mino

Mensaje Sáb 1 Oct - 10:29:39  mino

Para completar lo que dice muy acertadamente Aramis, no hay que olvidar que los árabes, a quienes los españoles se encargaron de echar de España, también eran una cultura superior, con enormes conocimientos de medicina, astronomía y matemáticas y también eran extremadamente limpios.

Pareciera que la llamada "civilización occidental y cristiana", fue la gran contaminante y destructora de todo lo que tuviera que ver con el conocimienro, la ciencia y la higiene.

¿Producto del fanatismo religioso quizás?
¿O la ignorancia, la codicia, o simplemente la ENVIDIA?

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Aramis

Mensaje Sáb 1 Oct - 11:55:58  Aramis

Mi querida Mino y si escarbamos un poquito siempre caemos que toda la inmundicia esparcida por el mundo fue producto de la codicia católica y es por eso que no me gusta hablar de curas porque me termino peleando jeje

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Gatofidio

Mensaje Sáb 1 Oct - 12:30:25  Gatofidio

Despues de leer todos los sabrosos comentarios, se me ocurre pensar lo siguiente...primero ¿eramos? o lo seguimos siendo, solo que la tecnología actual oculta en gran parte nuestra misma decidía......pero claro donde hay tecnología, y la otra el producto de esa suciedad es el gregarismo y porque que no, la falta de planificación.
Ahora fue la religión condicionante del proceso....y la respuesta creo que es afirmativa, sobre todo en aquellas religiones que se arrogaron el titulo de infabilidad y ciencia superior, porque si hay algo tragicómico, las religiones mucho mas antiguas, consideradas por las ultimas como falsos dioses, mitologias o supercherias tenian mas de una mandatos netamente higienicos, dentro del contexto ¡tecnologico! de cada epoca.
Esto ulitmo es comun a casi todos los pueblos, muchos mitos y religiones antiguas algo de lo que careció el cristianismo y es el cuidado personal del propio cuerpo.

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Marcela

Mensaje Sáb 1 Oct - 18:49:37  Marcela

Estoy de acuerdo con lo que dicen sobre que los religiosos fueron los mayores contaminantes de esta tierra y creo que los malos hábitos de higiene no tienen excusa, eran unos mugrientos nomás, ya que los que traían el agua y preparaban el baño eran los sirvientes, me refiero a los grandes señores.

Silu, lo que decís, que el gregarismo es el responsable de la mugre, creo que no es tan así porque viendo lo que puso Aramís, en las ciudades aborígenes había mucha gente y creo que ellos no eran mugrientos, me parece que, tanto en la antigüedad como ahora, tiene que ver con el respeto a los demás, es decir que en un espacio común todos debemos pensar que lo que hacemos también le afecta al otro.Y no hablo de amor porque no todos tenemos que querer al prójimo o próximo, pero sí respetar su lugar y el lugar que compartimos todos.
Conectando ésto con la religión, creo que, paradójicamente, tiene que ver con que se creían superiores y por lo tanto la vida del otro no tenía tanta importancia como la de ellos, por supuesto que los religiosos de antaño y muchos de ahora no representan lo que dicen las escrituras, aunque también creo que muchos sacerdotes sí lo hacen, pero son como los políticos buenos, no tienen prensa.

Creo que el individualismo en que vivimos hoy favorece que todo esto sea peor, aunque en algunos noticieros he visto que se está hablando del respeto, ¡pero falta tanto para que esto cambie!, si es que alguna vez mejora. :x

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