“Humahuaca, señor”
Pero algo quedó con más fuerza y vigencia. Un mandato y una enseñanza, una advertencia y -si se quiere- un ultimátum: “Fuente Ovejuna”. La más celebrada obra de teatro de Lope De Vega, relata la historia de un pueblo -Fuente Ovejuna, en la campiña de Córdoba, España, en el año 1476- que se levanta contra la injusticia y los abusos de poder. Si bien gobernaban los Reyes Católicos en la península, ese pueblo estaba sometido a la orden de Calatrava y era regido por autoridades propias. La trama, que deriva en historias de amor y de odio, de afectos y necesidades, gira fundamentalmente en torno al hartazgo de todo el pueblo de Fuente Ovejuna por los robos, atropellos y crueldades que debe soportar. Espontánea y masivamente, una noche el pueblo decide unirse y hacer justicia por mano propia. Desconocen la autoridad, invaden el palacio, dan muerte al Comendador y arrasan con todo aquello que los había mantenido temerosos y amedrentados. Tras los episodios se produce el juicio al pueblo, y cuando el juez interroga a todo el pueblo reunido quién fue el autor de los asesinatos, todo el pueblo respondió a coro: “Fue Fuente Ovejuna, señor”. Concluye todo cuando el pueblo pide el perdón real, y los Reyes Católicos, que toman a su cargo el tema, le otorgan la absolución. Quinientos treinta y seis años después, en Humahuaca, Jujuy, Fuente Ovejuna se rebeló contra los atropellos.
Porque tras la tropelía de la usurpación, el avasallamiento y la prepotencia, el pueblo de Humahuaca, espontáneamente, sin banderías politiqueras, sin organizaciones sociales, sin supuestos líderes de movilización, simplemente saturado de la vejación, salió a defenderse y a buscar justicia por su propia cuenta. Tras la muerte ocurrida, el mismo pueblo rodeó a los usurpadores dispuestos a cobrarse el agravio recibido. Algunos -atravesando una fuerte tensión- acusaron a la Policía de contener al pueblo y proteger a los usurpadores y asesinos. Pero se debe entender que las fuerzas policiales evitaron con esa actitud lo que podría haber sido un linchamiento en masa, una venganza movilizada por las pasiones descontroladas que, de todos modos, se terminó incendiando dos colectivos y el lujoso parque automotor que usaron los ocupas y asesinos para llegar a Humahuaca. Si hubiese ocurrido ese ajusticiamiento masivo, ¿quién hubiera sido el culpable?: ¿Humahuaca, señor?, ¿Fuente Ovejuna? Afortunadamente no ocurrió más derramamiento de sangre. Pero quedaron los avisos impresos en la historia: la gente común, la más sencilla, los más dóciles y sumisos, los que no tienen voz, se hartaron, y al parecer, cada vez podrían aparecer más peligrosamente dispuestos para reaccionar por cuenta propia, si el Estado, los Poderes, el sistema, o como quiera llamárselo, no atinan a ponerse a la cabeza de ese sordo y creciente clamor de justicia, orden, paz social y respeto que los jujeños están extrañando cada día más.