De hecho, creo que una de las cuestiones mas dificiles de aprender a sobrellevar en esta vida, en este tiempo, son las pèrdidas.
La decadencia fìsica y la proximidad a la propia pèrdida de "la identidad", tal como la apreciamos con los ojos, son cosas que traen cada dìa que ganamos (o perdemos...?) de vida.
Lo inevitable està cara a cara.
No solo lo propio, sino lo ajeno.
El sobrellevar fracasos y decepciones, hacen que la muerte sea algo mas que deseado con el transcurso del tiempo.
¿Quièn quiere vivir para siempre?

Hay personas que quisieran vivir mil años...
Estan en el lecho de muerte y se aferran o quieren aferrarse a la vida con uñas y dientes "desafilados".
No es mi caso.
Serà miedo a la inexistencia, a la no perpetuidad?
No se...
Todo camino que no se ha recorrido (o que al menos, no se recuerda haber recorrido), genera miedo e incertidumbre. Creo que el "cansancio" de vivir, nos gana en algun punto. Sea por la soledad, por la tristeza que nos ocasionan las pèrdidas, por la propia discapacidad de valernos por nosotros mismos a determinada edad y con eso, ser una carga...
Sea por lo que sea, esto nos lleva (al menos en mi caso) a valorar mucho los momentos de los que se dispone.
Lo pienso, aunque no siempre lo tengo "a la vista".
Sin embargo, con frecuencia, me digo:
Hasta cuando disfrutarè de esto o de aquello?
Hasta cuando podrè estar con estas personas que hoy comparten mi tiempo de determinada manera?
Cuando serà la ùltima vez?

Balance que inexorablemente llega a nuestra vida y que darà beneficios o pèrdidas de acuerdo a la manera en que la miramos...
Termino preguntàndome que tanta importancia tuvieron anhelos y deseos perseguidos, expectativas y sueños...

Me quedo con una frase de Castaneda: "Todos los caminos conducen a ninguna parte... sòlo que unos tienen corazòn y los otros, no."
Muchas veces, se elige el sendero con corazòn y por cuestiones de la vida, por situaciones y circunstancias ajenas a nosotros, el bosque bello, florido, se transforma en uno de terror, de pesadilla.
La pregunta siempre es, si seguirlo hasta hallar la salida o renunciar a la batalla.
Quièn sabe cual es el "mejor" resultado en uno u otro caso?
Quièn sabe si esa es la prueba que nos harà mas valientes, mas capaces, mas "enteros" o meros muertos en vida?
Viene este post, COMO ANILLO AL DEDO...
Gracias, Luis.

Gracias Silu por el posteo, no tiene desperdicio alguno! Personalmente, adhiero el postulado de don Sigmund: Soporto mi vida aceptando la verdad de mi condición.
He transitado un largo camino de proyectos, algunos cumplidos, otros quedaron en el camino porque me abatió el rayo de una pérdida; una pérdida inconmensurable, única e insoportable. Pese a todo, quedaban motivos por los cuales, intentar seguir dando cuentas ante mí misma de que se podía seguir.
Nadie - o al menos yo- quisiera vivir 100 años, no los soportaría, además.
Y cada vez más, se van sumando las pérdidas, no ya la de mis padres,que lamentablemente también sucedieron, si no la de pares, amigos, dos primos hermanos como me sucedió recientemente.
Mi hija en plena madurez vive intensamente su profesión, cuida de su hogar y de su familia; donde las niñas crecen y a la más grande la "asola" una terrible adolescencia; ya casi no necesitan de mis disfraces, mis obras de teatro improvisadas, que las guíe en las primeras letras, o que las entretenga con un cuento. Inexorablemente, se alejan, y se alejan bien: por tener cumpleaños, pequeñas reuniones donde se juntan a escuchar música de One Direction, por andar en bicicleta por el parque, o la familia va de vacaciones, cada vez más lejos porque están enamorados de Brasil.
No padecí sindrome de nido vacío, porque a mi nido se lo llevó el viento una sudestada feroz y tuve que armar uno muy pero muy pequeño, que albergara a mi hija y a mí, con unos mecanismos de defensa increíbles; totalmente absorta en el trabajo, quizás poniéndole demasiada energía, que era lo que me permitía relamerme las heridas sin que los demás se dieran cuenta, mientras giraba tipo trompo, yendo y viniendo a la casa, que encontraba a oscuras, sin la lámpara encendida... Costumbre que tenía para que mis hijos cuando llegaran de la facultad supieran que estaba en casa, aguardándolos.
Y pasaron un millón de años, giro el brazo y algún hueso me hace: TRACK! Es el aviso de que ya no puedo correr, que debo andar más despacio, que tengo una presión arterial reactiva que la puede alterar desde una cadena nacional o que mi nieta mayor me cante por teléfono, la última canción que cantó en el teatro y que este año no pude ir cuando hicieron la muestra de fin de actividades; luego de lo que ellos llamaron "ensamble" con otra Institución de Coral.
Los domingos son tranquilos, donde nos distribuímos el diario con mi flaco mientras se hace el asado y nos tomamos unos mates. Ya mi yerno se recibió de Ingeniero y no es necesario tenerlos todos los domingos aquí para que él se encierre en mi escritorio y estudie.
Valió la pena? Sí, que valió la pena. A pesar de todo y de todas las pruebas que por algo se pusieron en el camino.
Cada día es una despedida, es un agradecimiento por un montón de dicha, pese al montón de dolor; que no lo agradezco pero que en todo caso me hicieron más fuerte, más resistente aunque sensible como siempre.
No quisiera quedar invalidada para caminar, postrada en una cama, con el bocho pensante y activo como le pasó a mi vieja. Dependiendo de Jorge, por favor, no!
Que si estoy lista? Sí, cuando quieran, no tengo miedo, miedo sería no aceptar que los años trascurren inexorablemente y perpetuarme en cirugías gravosas para el bolsillo y para el físico porque sería igualmente una vieja mascarita!
Luis, se agradece nuevamente tu post que sirvió para hacer una mirada para adentro, profunda, en algún punto dolorosa, pero... VALIOSA! Buen fin de semana largo, que lo disfruten ambos, cada uno con sus respectivos amores y compañeros de esta vida!