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Cuento grupal nº 8: "INCOMUNICADOS"
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22032013
Cuento grupal nº 8: "INCOMUNICADOS"
Ese jueves durante todo el día, el otoño pareció instalarse de manera precipitada en el calendario. Nublado, húmedo, con ráfagas de lloviznas, totalmente pesado aunque algo frío.
Mientras Ana bebía su taza de café, mira por la ventana y en el jardín ni una hoja de los árboles se mueve.
Suena el teléfono, una llamada automática de esas que suelen decir: Sr vecino, su casa ha sido beneficiada con una beca universal... no escuchó el resto y colgó.
La perra de la casa parecía dormir sobre el piso del porche, junto a la reja de entrada, moviendo tan solo las orejas como si fueran radares a cada movimiento de la calle.
Otra vez el sonido del teléfono, esta vez su hija, quién sintéticamente le enumeró una serie de complicaciones que le habían surgido y que la necesitaba el día viernes; complicada agenda con reuniones de padres, visita al pediatra, demasiados pacientes agrupados en forma urgente, etc.
Má, podés?
Y...
Gracias Má, bechos, bechos, tu-tu-tu...
Ana salió obligadamente de su letargo, levantó el teléfono, llamó a la agencia y con alegría escuchó que les quedaba un solo lugar en la combi del viernes a las 8 de la mañana y que era de ella.
Quiso avisarle a su hija, que por suerte había conseguido un lugar pero en los dos teléfonos fijos le salieron los contestadores automáticos. Particularmente, le molestaba la voz femenina de uno, que con acento español le solicitaba que dejara un mensaje.
Se sentó y optó por mandarle a su hija un mensaje de texto.
Lavó las tazas del desayuno, el televisor le anunció 95 % de humedad, lloviznas aisladas y 19º de temperatura.
Le dolía la cabeza, le pesaban las piernas, pero le alivió pensar que tenía resuelto el menú de ese día, el del otro, ya en el frezer.
El día transcurrió pesado, con las calles húmedas, ni una gota de viento, sin cambios metereológicos, mientras realizaba los quehaceres cotidianos.
Cuatro millones de twts se hicieron eco de que el nuevo Papa era argentino.
Las redes sociales habían estallado con la noticia. Las imágenes del Papa sonriente se habían difundido en el mundo entero. Los oficialistas decían y desdecían lo que sí habían dicho ante la noticia.
Manga de panqueques, fallutos, hipócritas, fue lo menos que pensó Ana.
Al atardecer, entre mate y mate, Ana conversa con su esposo y van intercambiando las noticias del día, ella , a veces, le da la espalda y teclea en su computadora, él aumenta el sonido de la radio que está a la derecha del sillón.
Luego, la cena, el programa político, la síntesis del periodista conductor, que le brinda una estocada a quién gobierna y como siempre, la misma, no acusará recibo.
Se levantan muy temprano a la mañana, desayunan y ya desde la ducha Ana escucha el "Chau, mi amor" de su esposo y luego, casi amortiguado le llega el sonido del auto que sale del garage.
Ana se viste rápidamente, se quita la cadena de oro que lleva al cuello siempre, con las iniciales de sus hijos, los anillos, se coloca unos aros de biyú, un pantalón de media estación, una blusa de seda manga larga, se perfuma y por las dudas, recuerda introducir en la cartera una remera liviana.
Se asegura, de llevar dentro de la cartera la billetera, las llaves de su casa y las de su hija, documentos, una tarjeta de crédito y el celular. Al cual, ya parada en la esquina de su casa escucha vibrar dentro de la cartera.
El texto es breve: Má, ya tomaste la combi?
Solo alcanza a escribir SI y le da a enviar porque ya observa a la combi que le hace señales de luces y se detiene para que suba.
Dijo lo habitual: buen día, soy Ana. El chofer gruñó algo parecido a un saludo, tachó su nombre de una planilla que llevaba, le extendió el ticket y arrancó, mientras Ana tambaleando le pagaba.
Al darse vuelta para buscar ubicación, volvió a saludar, nadie contestó. La mayoría llevaba auriculares colocados dentro de sus orejas.
Se lamentó de no haber llevado el libro que estaba leyendo en su casa, al cual desechó por el peso y porque prefirió ver el camino a través de las ventanillas.
Eso sí, se alegró de haber tomado, casi al salir, un spencer de lino ya que el aire acondicionado de la camioneta le hizo dar frío.
Su compañero de viaje era casi un anciano, que llevaba en su regazo dos rosas rojas, amablemente la saludó, se levantó y le hizo lugar del lado de la ventanilla, le dijo que él se bajaría pronto.
En los asientos de su izquierda viajaban dos muchachas; una llevaba prolijamente plegado un guardapolvo blanco, una gran carpeta abierta donde con un resaltador iba marcando trozos de texto, mientras continuaba conectada con el subrayado y sus auriculares. La otra, tenía una pircing que le atravesaba la ceja, un gran tatuaje en el cuello que no se sabía donde comenzaba y pasaba los dedos velozmente sobre una tablet, de a ratos, sonreía.
Delante de ellas, iba sentada una pareja algo mayor, la mujer le hablaba y hablaba al oído y él parecía asentir con la cabeza gacha; Ana percibió el continúo temblor de las manos, la curvatura acentuada en su espalda y se dijo para sus adentros; Mal de Parkinson, turno médico.
Las personas delante del asiento suyo parecían empleados de una empresa o banco por la vestimenta. Uno, con auriculares miraba distraído y ajeno mientras tamborileaba los dedos sobre el vidrio de las ventanillas. El otro, hablaba desde su celular, subiendo desmedidamente el tono:
Yo te lo dije. Era cantado.No, imposible, es imposible, entendiste? Qué parte no entendés? No viejo, claro que no sabe. Estoy al horno si se entera. Vos de esto, mutis, no te vayas a mandar ninguna. Sí, claro que sí, te veo allá, chau, te veo.
Doce pasajeros, doce incomunicados, con el chofer trece el cual atendió el bip-bip con una comunicación probable de la empresa: Ok, piquete, bueno, me desvío por donde decís.
Al menos Ana lo supo, no se bajaría en 9 de Julio para tomar el subte D.
El chofer continuaba por la colectora e hizo lo que parecía la última parada, frente a Barrio I o Presidente Perón, según la continua pelea entre los habitantes del barrio y el intendente, cambiaba asiduamente el cartel. En un tiempo lejano, fue el barrio que habitaron los empleados del aeropuerto internacional. Allí una joven muy bien vestida, abrió sin vacilar la puerta delantera y se sentó junto al chofer.
Buen día, malhumor, no? Pufff! Contestó la nueva pasajera, sin sacarse los auriculares que ya tenía colocados antes de subir.
El chofer le dice: Viste qué grandes somos? Hasta el Papa es argentino! País de buena gente, agrega el chofer con una carcajada, la primera que escucha Ana en esa mañana. Su acompañante levanta con desdén los hombros.
Junto con ella un vaho caliente se adentró en la combi que, finalmente tomaría la autopista.
Una mata de girasoles silvestres, pequeños, sembrados como soles sobre la banquina , le hizo murmurar a Ana en voz alta:
Qué hermosura!
El señor que estaba a su lado, creyó que lo decía por las dos rosas rojas y le contestó: Conocí a una señora en el centro de jubilados al que voy y nos pusimos de novios. Hoy cumplimos dos meses y voy a visitarla.
Por la cercanía con él percibió el aroma de su colonia sobre el vaho y mezcla de variados perfumes. Ambos, sonrieron.
Tomar la autopista fue un alivio, ya eran catorce en la combi y no habría más paradas, solo descensos.
Ana observó con preocupación a dos motociclistas, en motos de gran cilindrada, que parecieron salir de la nada apenas tomaron definitivamente la autopista y que zigzagueaban a un costado y hacia otro de la combi. El chofer maldecía para su interior.
El novio de rosas rojas gritó con su voz de viejito: Gustavo, yo me bajo en Lacarra.
Sí Charlie, ya sé que te bajás en Lacarra, quedate tranquilo troesma.
Ana pensó que desviarse hasta Lacarra significaba bajar de la autopista, pero bueno, alguien estaba enamorado, reverdecía y contradecía a ese otoño incipiente y anticipado.
Ana no paraba de observar el movimiento casi intimidatorio de los motociclistas y le preocupaba, el chofer la miraba por el espejo retrovisor, en su cara, también había preocupación.
Descendieron de la autopista hacia Lacarra y pareció que el sonido de los motociclistas estaban más lejos, amortiguados.
El señor de las rosas rojas, caminó tambaleante por el pasillo, saludando a todos, buen día, buenos días y dificultosamente abrió la puerta corrediza, aún sin terminar de bajar, recibió un disparo en el pecho, tan solo uno y tan silencioso que solo provocó un revuelo de pájaros.
Quedó tendido sobre la banquina, boca arriba con sus dos rosas rojas más la nueva, que le sembraba otra sobre su camisa blanca.
Rápidamente un sujeto armado se introdujo en la combi y clavándole el arma sobre la nuca al chofer le dijo:
Pibe, apagá el motor y no intentes nada porque sos boleta.
Había comenzado una larga odisea...
Mientras Ana bebía su taza de café, mira por la ventana y en el jardín ni una hoja de los árboles se mueve.
Suena el teléfono, una llamada automática de esas que suelen decir: Sr vecino, su casa ha sido beneficiada con una beca universal... no escuchó el resto y colgó.
La perra de la casa parecía dormir sobre el piso del porche, junto a la reja de entrada, moviendo tan solo las orejas como si fueran radares a cada movimiento de la calle.
Otra vez el sonido del teléfono, esta vez su hija, quién sintéticamente le enumeró una serie de complicaciones que le habían surgido y que la necesitaba el día viernes; complicada agenda con reuniones de padres, visita al pediatra, demasiados pacientes agrupados en forma urgente, etc.
Má, podés?
Y...
Gracias Má, bechos, bechos, tu-tu-tu...
Ana salió obligadamente de su letargo, levantó el teléfono, llamó a la agencia y con alegría escuchó que les quedaba un solo lugar en la combi del viernes a las 8 de la mañana y que era de ella.
Quiso avisarle a su hija, que por suerte había conseguido un lugar pero en los dos teléfonos fijos le salieron los contestadores automáticos. Particularmente, le molestaba la voz femenina de uno, que con acento español le solicitaba que dejara un mensaje.
Se sentó y optó por mandarle a su hija un mensaje de texto.
Lavó las tazas del desayuno, el televisor le anunció 95 % de humedad, lloviznas aisladas y 19º de temperatura.
Le dolía la cabeza, le pesaban las piernas, pero le alivió pensar que tenía resuelto el menú de ese día, el del otro, ya en el frezer.
El día transcurrió pesado, con las calles húmedas, ni una gota de viento, sin cambios metereológicos, mientras realizaba los quehaceres cotidianos.
Cuatro millones de twts se hicieron eco de que el nuevo Papa era argentino.
Las redes sociales habían estallado con la noticia. Las imágenes del Papa sonriente se habían difundido en el mundo entero. Los oficialistas decían y desdecían lo que sí habían dicho ante la noticia.
Manga de panqueques, fallutos, hipócritas, fue lo menos que pensó Ana.
Al atardecer, entre mate y mate, Ana conversa con su esposo y van intercambiando las noticias del día, ella , a veces, le da la espalda y teclea en su computadora, él aumenta el sonido de la radio que está a la derecha del sillón.
Luego, la cena, el programa político, la síntesis del periodista conductor, que le brinda una estocada a quién gobierna y como siempre, la misma, no acusará recibo.
Se levantan muy temprano a la mañana, desayunan y ya desde la ducha Ana escucha el "Chau, mi amor" de su esposo y luego, casi amortiguado le llega el sonido del auto que sale del garage.
Ana se viste rápidamente, se quita la cadena de oro que lleva al cuello siempre, con las iniciales de sus hijos, los anillos, se coloca unos aros de biyú, un pantalón de media estación, una blusa de seda manga larga, se perfuma y por las dudas, recuerda introducir en la cartera una remera liviana.
Se asegura, de llevar dentro de la cartera la billetera, las llaves de su casa y las de su hija, documentos, una tarjeta de crédito y el celular. Al cual, ya parada en la esquina de su casa escucha vibrar dentro de la cartera.
El texto es breve: Má, ya tomaste la combi?
Solo alcanza a escribir SI y le da a enviar porque ya observa a la combi que le hace señales de luces y se detiene para que suba.
Dijo lo habitual: buen día, soy Ana. El chofer gruñó algo parecido a un saludo, tachó su nombre de una planilla que llevaba, le extendió el ticket y arrancó, mientras Ana tambaleando le pagaba.
Al darse vuelta para buscar ubicación, volvió a saludar, nadie contestó. La mayoría llevaba auriculares colocados dentro de sus orejas.
Se lamentó de no haber llevado el libro que estaba leyendo en su casa, al cual desechó por el peso y porque prefirió ver el camino a través de las ventanillas.
Eso sí, se alegró de haber tomado, casi al salir, un spencer de lino ya que el aire acondicionado de la camioneta le hizo dar frío.
Su compañero de viaje era casi un anciano, que llevaba en su regazo dos rosas rojas, amablemente la saludó, se levantó y le hizo lugar del lado de la ventanilla, le dijo que él se bajaría pronto.
En los asientos de su izquierda viajaban dos muchachas; una llevaba prolijamente plegado un guardapolvo blanco, una gran carpeta abierta donde con un resaltador iba marcando trozos de texto, mientras continuaba conectada con el subrayado y sus auriculares. La otra, tenía una pircing que le atravesaba la ceja, un gran tatuaje en el cuello que no se sabía donde comenzaba y pasaba los dedos velozmente sobre una tablet, de a ratos, sonreía.
Delante de ellas, iba sentada una pareja algo mayor, la mujer le hablaba y hablaba al oído y él parecía asentir con la cabeza gacha; Ana percibió el continúo temblor de las manos, la curvatura acentuada en su espalda y se dijo para sus adentros; Mal de Parkinson, turno médico.
Las personas delante del asiento suyo parecían empleados de una empresa o banco por la vestimenta. Uno, con auriculares miraba distraído y ajeno mientras tamborileaba los dedos sobre el vidrio de las ventanillas. El otro, hablaba desde su celular, subiendo desmedidamente el tono:
Yo te lo dije. Era cantado.No, imposible, es imposible, entendiste? Qué parte no entendés? No viejo, claro que no sabe. Estoy al horno si se entera. Vos de esto, mutis, no te vayas a mandar ninguna. Sí, claro que sí, te veo allá, chau, te veo.
Doce pasajeros, doce incomunicados, con el chofer trece el cual atendió el bip-bip con una comunicación probable de la empresa: Ok, piquete, bueno, me desvío por donde decís.
Al menos Ana lo supo, no se bajaría en 9 de Julio para tomar el subte D.
El chofer continuaba por la colectora e hizo lo que parecía la última parada, frente a Barrio I o Presidente Perón, según la continua pelea entre los habitantes del barrio y el intendente, cambiaba asiduamente el cartel. En un tiempo lejano, fue el barrio que habitaron los empleados del aeropuerto internacional. Allí una joven muy bien vestida, abrió sin vacilar la puerta delantera y se sentó junto al chofer.
Buen día, malhumor, no? Pufff! Contestó la nueva pasajera, sin sacarse los auriculares que ya tenía colocados antes de subir.
El chofer le dice: Viste qué grandes somos? Hasta el Papa es argentino! País de buena gente, agrega el chofer con una carcajada, la primera que escucha Ana en esa mañana. Su acompañante levanta con desdén los hombros.
Junto con ella un vaho caliente se adentró en la combi que, finalmente tomaría la autopista.
Una mata de girasoles silvestres, pequeños, sembrados como soles sobre la banquina , le hizo murmurar a Ana en voz alta:
Qué hermosura!
El señor que estaba a su lado, creyó que lo decía por las dos rosas rojas y le contestó: Conocí a una señora en el centro de jubilados al que voy y nos pusimos de novios. Hoy cumplimos dos meses y voy a visitarla.
Por la cercanía con él percibió el aroma de su colonia sobre el vaho y mezcla de variados perfumes. Ambos, sonrieron.
Tomar la autopista fue un alivio, ya eran catorce en la combi y no habría más paradas, solo descensos.
Ana observó con preocupación a dos motociclistas, en motos de gran cilindrada, que parecieron salir de la nada apenas tomaron definitivamente la autopista y que zigzagueaban a un costado y hacia otro de la combi. El chofer maldecía para su interior.
El novio de rosas rojas gritó con su voz de viejito: Gustavo, yo me bajo en Lacarra.
Sí Charlie, ya sé que te bajás en Lacarra, quedate tranquilo troesma.
Ana pensó que desviarse hasta Lacarra significaba bajar de la autopista, pero bueno, alguien estaba enamorado, reverdecía y contradecía a ese otoño incipiente y anticipado.
Ana no paraba de observar el movimiento casi intimidatorio de los motociclistas y le preocupaba, el chofer la miraba por el espejo retrovisor, en su cara, también había preocupación.
Descendieron de la autopista hacia Lacarra y pareció que el sonido de los motociclistas estaban más lejos, amortiguados.
El señor de las rosas rojas, caminó tambaleante por el pasillo, saludando a todos, buen día, buenos días y dificultosamente abrió la puerta corrediza, aún sin terminar de bajar, recibió un disparo en el pecho, tan solo uno y tan silencioso que solo provocó un revuelo de pájaros.
Quedó tendido sobre la banquina, boca arriba con sus dos rosas rojas más la nueva, que le sembraba otra sobre su camisa blanca.
Rápidamente un sujeto armado se introdujo en la combi y clavándole el arma sobre la nuca al chofer le dijo:
Pibe, apagá el motor y no intentes nada porque sos boleta.
Había comenzado una larga odisea...
Cris- Moderadores
- Mensajes : 2393
Fecha de inscripción : 03/04/2011
Edad : 76
Cuento grupal nº 8: "INCOMUNICADOS" :: Comentarios
El estupor y el silencio de todos, fuè como un grito profundo, inaudible, consistente...
Cada uno de los pasajeros, habìa quedado petrificado en su asiento, desde el instante preciso, en que el anciano cayò.
Desde ese momento, todo pareciò transcurrir en càmara lenta.
Una pelìcula de terror, de la cual, nadie querìa ser protagonista. Sin embargo, allì estaban, actores y actrices sin casting ni paga, sin ensayo ni guiòn, ni siquiera un director que les dijera que la toma acabarìa pronto y de la mejor manera...
Ni el arma ni los maleantes eran ficticios. Era la vida real, la que ese dìa, los sumiò a todos, de manera imprevista, en la peor de las pesadillas.
El olor del miedo, denso, acre, se hizo presente para Ana, desde su asiento. Pudo percibirlo con total claridad. Una maraña de pensamientos confusos, se agolpaban en su mente, de manera vertiginosa. No podía creer que esto le estuviera pasando. A pesar de su incredulidad, pensò en su hija y nietas, en su esposo, en la càlida y rutinaria despedida que se habían hecho horas antes. ¿Cuànto tiempo había pasado de eso? ¿Volverìa a verlos… a escucharlos…? Alguien habrìa visto a Charlie? Alguien habrìa notificado de lo sucedido a la policía?
Empezò a rezar, una oración incoherente, una oración visceral.
Una de las chicas, la que llevaba el delantal blanco en el regazo, comenzó a llorar, de manera compulsiva, casi a los gritos. Se balanceaba de manera rítmica hacia adelante y hacia atrás, con los ojos cerrados. La que estaba a su lado, la del tatuaje, le dijo en voz baja:
-Callate, si seguís gritando nos van a matar a todos.
La esposa del señor mayor, se girò levemente y casi en un susurro, agregò:
-Si, nena, tranquilízate, no va a pasar nada. Tranquilizate…
Como eso no alcanzò para detener los estridentes sollozos de su compañera de asiento, la abrazò. Ese simple acto, hizo que al poco rato, el llanto histèrico se fuera apagando.
Gustavo, detuvo la combi, al costado del camino, unos veinte metros adelante de donde yacìa el cuerpo sin vida de Charlie. El sujeto armado, mirò a todos los pasajeros, como evaluando el riesgo "de la carga", para luego volverse hacia el chòfer, quien solo atinò a decir:
-Querès la combi? Llevatela, dejanos a todos acà y llevatela...
-Callate... y mandate al fondo.
Gustavo, se diò la vuelta y caminò lentamente hacia la parte trasera del vehìculo, para sentarse atràs de Ana. En ese preciso momento, subiò ràpidamente el otro tipo, que llevaba un arma de menor calibre. Era mas joven, de unos veinticinco o ventiocho años. Sus movimientos eran mas nerviosos, sus ojos pequeños, estaban enrojecidos. No hablò, solamente, mirò al que daba las òrdenes, y se ubicò en el asiento del chòfer. Puso en marcha el vehìculo y a toda velocidad, retomò la autopista. Cuando ya estaban en camino, el delincuente que estaba apuntando al grupo, preguntò a viva voz:
-Quièn de ustedes es Molina?
Nadie dijo nada.
Ana, mirò al disimuladamente a todos los pasajeros, buscando a èse desconocido, que parecía ser el responsable de tan horrible situación. De repente, tuvo la clara presunciòn de que el tal Molina, era quien estaba sentado delante suyo. Al que había escuchado decir que estaría en el horno, si ese otro alguien hablaba…
El tipo temblaba imperceptiblemente, solo ella podía apreciar aquel detalle, dada su ubicación. Una gota de sudor, se deslizaba lenta pero irremisiblente desde la sien hacia las mejillas, de manera delatora. Los que estaban sentados mas adelante, cubrìan parcialmente al sujeto, que ella suponía, era el objetivo de aquellos asesinos.
-Quièn carajos es Molina? –gritaba el de la cuarenta y cinco, mientras avanzaba por el pasillo, a zancadas tambaleantes.-Saquen sus documentos y los dejan en el pasillo. Que ninguno se haga el vivo porque no la cuenta!!-ordenò, mientras un coletazo del vehìculo, lo obligò a apoyarse en el borde del asiento ocupado por las chicas.
Mientras la combi, cual caballo desbocado, se deslizaba entre vehículos y camiones, sin bajar la velocidad. Por milagro no chocaron de frente con un colectivo que venìa en sentido contrario. El que conducìa, miraba a través del vidrio retrovisor, buscando seguramente, algun auto policial, que por el momento, no aparecía.
Uno de los muchachos, el que estaba sentado dos butacas mas adelante que el matrimonio mayor, dijo con voz tìmida, mirando a su captor:
-No tengo el documento, me lo robaron hace unos dìas.
Alguien se rìo entre dientes, de manera disimulada.
Mientras, el supuesto Molina, hurgaba nerviosamente el maletìn que llevaba, aparentando buscar su documento. Luego de eso, Ana oyò algo que apenas hizo ruido al caer al piso. Al costado de su pie izquierdo estaba, lo que parecìa ser, su dni...
Ana sntiò correr un escalofrìo por su espalda pero mirò hacia adelante, tratando de no revelar lo que habìa descubierto. Cuando el delincuente llegò donde ella estaba, miràndola, le dijo:
-Vos... juntà los documentos.
Se levantò despacio y tratò de guardar el equilibrio, mientras lo hacìa. La combi seguìa avanzando por la carretera, a toda velocidad, esquivando a otros vehìculos, a volantazos. En uno de esos ràpidos giros y contragiros, fuè a dar cerca de la tercera fila, donde cayò. Se lastimò la rodilla derecha. Como pudo, se levantò y empezò a buscar los documentos en el piso.
-Apurate, querès... no tenemos todo el dìa, vieja...
Recogiò todos los que hallò en el suelo. No eran mas de ocho. Faltaba aùn el suyo. Tropezando, llegò a donde estaba el sujeto y se los diò.
-Falta el mìo- le dijo. Y se dirigiò a su asiento, donde como pudo, se sentò y tomò el bolso.
-Acà faltan varios, infeliz... Buscaste bien?
Ana lo mirò y asintiò levemente, mientras le entregaba el suyo.
En ese momento, un nuevo volantazo, hizo virar al vehìculo hacia la derecha, internàndose por un camino no de tierra.
Una densa cortina de polvo, literalmente, los tragò. Hubo algunos gritos ahogados, y luego... nada.
Cada uno de los pasajeros, habìa quedado petrificado en su asiento, desde el instante preciso, en que el anciano cayò.
Desde ese momento, todo pareciò transcurrir en càmara lenta.
Una pelìcula de terror, de la cual, nadie querìa ser protagonista. Sin embargo, allì estaban, actores y actrices sin casting ni paga, sin ensayo ni guiòn, ni siquiera un director que les dijera que la toma acabarìa pronto y de la mejor manera...
Ni el arma ni los maleantes eran ficticios. Era la vida real, la que ese dìa, los sumiò a todos, de manera imprevista, en la peor de las pesadillas.
El olor del miedo, denso, acre, se hizo presente para Ana, desde su asiento. Pudo percibirlo con total claridad. Una maraña de pensamientos confusos, se agolpaban en su mente, de manera vertiginosa. No podía creer que esto le estuviera pasando. A pesar de su incredulidad, pensò en su hija y nietas, en su esposo, en la càlida y rutinaria despedida que se habían hecho horas antes. ¿Cuànto tiempo había pasado de eso? ¿Volverìa a verlos… a escucharlos…? Alguien habrìa visto a Charlie? Alguien habrìa notificado de lo sucedido a la policía?
Empezò a rezar, una oración incoherente, una oración visceral.
Una de las chicas, la que llevaba el delantal blanco en el regazo, comenzó a llorar, de manera compulsiva, casi a los gritos. Se balanceaba de manera rítmica hacia adelante y hacia atrás, con los ojos cerrados. La que estaba a su lado, la del tatuaje, le dijo en voz baja:
-Callate, si seguís gritando nos van a matar a todos.
La esposa del señor mayor, se girò levemente y casi en un susurro, agregò:
-Si, nena, tranquilízate, no va a pasar nada. Tranquilizate…
Como eso no alcanzò para detener los estridentes sollozos de su compañera de asiento, la abrazò. Ese simple acto, hizo que al poco rato, el llanto histèrico se fuera apagando.
Gustavo, detuvo la combi, al costado del camino, unos veinte metros adelante de donde yacìa el cuerpo sin vida de Charlie. El sujeto armado, mirò a todos los pasajeros, como evaluando el riesgo "de la carga", para luego volverse hacia el chòfer, quien solo atinò a decir:
-Querès la combi? Llevatela, dejanos a todos acà y llevatela...
-Callate... y mandate al fondo.
Gustavo, se diò la vuelta y caminò lentamente hacia la parte trasera del vehìculo, para sentarse atràs de Ana. En ese preciso momento, subiò ràpidamente el otro tipo, que llevaba un arma de menor calibre. Era mas joven, de unos veinticinco o ventiocho años. Sus movimientos eran mas nerviosos, sus ojos pequeños, estaban enrojecidos. No hablò, solamente, mirò al que daba las òrdenes, y se ubicò en el asiento del chòfer. Puso en marcha el vehìculo y a toda velocidad, retomò la autopista. Cuando ya estaban en camino, el delincuente que estaba apuntando al grupo, preguntò a viva voz:
-Quièn de ustedes es Molina?
Nadie dijo nada.
Ana, mirò al disimuladamente a todos los pasajeros, buscando a èse desconocido, que parecía ser el responsable de tan horrible situación. De repente, tuvo la clara presunciòn de que el tal Molina, era quien estaba sentado delante suyo. Al que había escuchado decir que estaría en el horno, si ese otro alguien hablaba…
El tipo temblaba imperceptiblemente, solo ella podía apreciar aquel detalle, dada su ubicación. Una gota de sudor, se deslizaba lenta pero irremisiblente desde la sien hacia las mejillas, de manera delatora. Los que estaban sentados mas adelante, cubrìan parcialmente al sujeto, que ella suponía, era el objetivo de aquellos asesinos.
-Quièn carajos es Molina? –gritaba el de la cuarenta y cinco, mientras avanzaba por el pasillo, a zancadas tambaleantes.-Saquen sus documentos y los dejan en el pasillo. Que ninguno se haga el vivo porque no la cuenta!!-ordenò, mientras un coletazo del vehìculo, lo obligò a apoyarse en el borde del asiento ocupado por las chicas.
Mientras la combi, cual caballo desbocado, se deslizaba entre vehículos y camiones, sin bajar la velocidad. Por milagro no chocaron de frente con un colectivo que venìa en sentido contrario. El que conducìa, miraba a través del vidrio retrovisor, buscando seguramente, algun auto policial, que por el momento, no aparecía.
Uno de los muchachos, el que estaba sentado dos butacas mas adelante que el matrimonio mayor, dijo con voz tìmida, mirando a su captor:
-No tengo el documento, me lo robaron hace unos dìas.
Alguien se rìo entre dientes, de manera disimulada.
Mientras, el supuesto Molina, hurgaba nerviosamente el maletìn que llevaba, aparentando buscar su documento. Luego de eso, Ana oyò algo que apenas hizo ruido al caer al piso. Al costado de su pie izquierdo estaba, lo que parecìa ser, su dni...
Ana sntiò correr un escalofrìo por su espalda pero mirò hacia adelante, tratando de no revelar lo que habìa descubierto. Cuando el delincuente llegò donde ella estaba, miràndola, le dijo:
-Vos... juntà los documentos.
Se levantò despacio y tratò de guardar el equilibrio, mientras lo hacìa. La combi seguìa avanzando por la carretera, a toda velocidad, esquivando a otros vehìculos, a volantazos. En uno de esos ràpidos giros y contragiros, fuè a dar cerca de la tercera fila, donde cayò. Se lastimò la rodilla derecha. Como pudo, se levantò y empezò a buscar los documentos en el piso.
-Apurate, querès... no tenemos todo el dìa, vieja...
Recogiò todos los que hallò en el suelo. No eran mas de ocho. Faltaba aùn el suyo. Tropezando, llegò a donde estaba el sujeto y se los diò.
-Falta el mìo- le dijo. Y se dirigiò a su asiento, donde como pudo, se sentò y tomò el bolso.
-Acà faltan varios, infeliz... Buscaste bien?
Ana lo mirò y asintiò levemente, mientras le entregaba el suyo.
En ese momento, un nuevo volantazo, hizo virar al vehìculo hacia la derecha, internàndose por un camino no de tierra.
Una densa cortina de polvo, literalmente, los tragò. Hubo algunos gritos ahogados, y luego... nada.
Solo silencio y la voz de mando de delincuente que expreso: bueno ahora estan en mis dominios, su vida depende de su colaboración, si se portan bien, puede que salgan y la cuenten si no este fue su ultimo día.. ¿Quién es Molina? Lo repito por ultima vez quien es Molina, sino empiezo al azar a liquidar gente.
Las chicas se pusieron a llorar…….lo cual fue advertido por el delincuente que hacia de chofer……con una sonrisa sardónica…les dijo…no trolas, ustedes no tienen ese fin, para Uds., hay otro destino, tal vez mas placentero….jejeje. y después la miro a Ana y a la mujer de adelante: ya fueron…..y se callo….
Ana interpreto al pie de la letra su destino, ya era demasiado vieja para ser prostituida, y encimo había registrado todo, y cada uno de los movimientos de los malviviente:
Quien es Molina, se volvió a escuchar y al toque apunto su automática, sobre la cabeza del Sr. aquejado de parkinson: Ana tembló,…..Molina también, sabia muy bien que llevaba en su portafolio….unos cuadernos de tapa dura que hacia mas de 3 años que eran asiduamente buscado por las mas altas esferas del país….se decía que en esos cuadernos estaba escrita por la mano de un expresidentes ya extinto y que habia grandes personajes del poder y del empresariado muy mal expuestos….su recuperacion era cuestión de vida y muerte, sin importar el numero de daño colateral que se podrían tener.
Mientras tanto, un transeúnte se encontró con el viejo asesinado y dio aviso a 911, en menos de 10 minutos llegaron dos agentes del servicio de recorrido en bicicleta que confirmaron que el Sr. estaba muerto. Y les llamo la atención las dos rosas que yacían junto al cadáver. En menos de 5 minutos llego simultáneamente un patrullero de la federal y un móvil de la metropolitana, en el cual había un viejo sabueso, que estando a punto de jubilarse, fue contratado por la policía de la ciudad luego que fuera dado de baja deshonrosa en la federal por una acusación de narcotráfico y prostitucion….algo que el sabia perfectamente que no era y que se había infiltrado por orden de un jefe que había fallecido en un extraño accidentes y su reemplazo jamás creyó que esa orden fuera cierta, y si bien logro eximir de prisión fue dada de baja.
Su incorporación a la metropolitana se debió a una gentileza de favores de otro época cuando un amigo de la infancia que había trabajado para los servicios secretos, y sabia de su honestidad y capacidad, logro que lo aceptaran pero en un rango inferior al que tenia.
Fue justamente Honorio Blanco, ex comisario ahora simple sargento, que en la escena del crimen había cosas que no deberían estar en ese lugar…..rosas, motos y unas extrañas huellas dejadas junto al asfalto de un vehiculo que salio a alta velocidad…
Como nada ocurre porque si, Honorio era un asiduo lector de ciertos portales que molestaban y mucho al gobierno de turno, que si bien no pertenecían al grupo Clarin,. No por ello estaban menos informados, y justamente en uno de estos portales empezó a leer sobre cierta documentación perdida del fallecido ex presidente y que parte de esa documentación estaba en poder de su ex secretaria y amante……….
Las chicas se pusieron a llorar…….lo cual fue advertido por el delincuente que hacia de chofer……con una sonrisa sardónica…les dijo…no trolas, ustedes no tienen ese fin, para Uds., hay otro destino, tal vez mas placentero….jejeje. y después la miro a Ana y a la mujer de adelante: ya fueron…..y se callo….
Ana interpreto al pie de la letra su destino, ya era demasiado vieja para ser prostituida, y encimo había registrado todo, y cada uno de los movimientos de los malviviente:
Quien es Molina, se volvió a escuchar y al toque apunto su automática, sobre la cabeza del Sr. aquejado de parkinson: Ana tembló,…..Molina también, sabia muy bien que llevaba en su portafolio….unos cuadernos de tapa dura que hacia mas de 3 años que eran asiduamente buscado por las mas altas esferas del país….se decía que en esos cuadernos estaba escrita por la mano de un expresidentes ya extinto y que habia grandes personajes del poder y del empresariado muy mal expuestos….su recuperacion era cuestión de vida y muerte, sin importar el numero de daño colateral que se podrían tener.
Mientras tanto, un transeúnte se encontró con el viejo asesinado y dio aviso a 911, en menos de 10 minutos llegaron dos agentes del servicio de recorrido en bicicleta que confirmaron que el Sr. estaba muerto. Y les llamo la atención las dos rosas que yacían junto al cadáver. En menos de 5 minutos llego simultáneamente un patrullero de la federal y un móvil de la metropolitana, en el cual había un viejo sabueso, que estando a punto de jubilarse, fue contratado por la policía de la ciudad luego que fuera dado de baja deshonrosa en la federal por una acusación de narcotráfico y prostitucion….algo que el sabia perfectamente que no era y que se había infiltrado por orden de un jefe que había fallecido en un extraño accidentes y su reemplazo jamás creyó que esa orden fuera cierta, y si bien logro eximir de prisión fue dada de baja.
Su incorporación a la metropolitana se debió a una gentileza de favores de otro época cuando un amigo de la infancia que había trabajado para los servicios secretos, y sabia de su honestidad y capacidad, logro que lo aceptaran pero en un rango inferior al que tenia.
Fue justamente Honorio Blanco, ex comisario ahora simple sargento, que en la escena del crimen había cosas que no deberían estar en ese lugar…..rosas, motos y unas extrañas huellas dejadas junto al asfalto de un vehiculo que salio a alta velocidad…
Como nada ocurre porque si, Honorio era un asiduo lector de ciertos portales que molestaban y mucho al gobierno de turno, que si bien no pertenecían al grupo Clarin,. No por ello estaban menos informados, y justamente en uno de estos portales empezó a leer sobre cierta documentación perdida del fallecido ex presidente y que parte de esa documentación estaba en poder de su ex secretaria y amante……….
Mientras el viejo sabueso, el ahora sargento Honorio Blanco masticaba un tallo de un yuyo levantado al borde del camino, su cabeza no dejaba de maquinar.
Estaba bastante claro el panorama, los dibujos de las ruedas estaban como congeladas en la banquina de tierra: sin duda, dos motos de alta cilindrada y las otras parecían las de una Van, trafic, o bien minibus.
¿Y el muerto? ¿Qué tenía que ver en todo esto?
Anciano, bien vestido, una libreta de enrolamiento vieja y desgastada que decía que tenía más de 70 años y un simple nombre Carlos Andrés Rodríguez, domiciliado en... casi ilegible pero decía Capital Federal, dos pañuelos blancos, una billetera con $200 y pico y las dos rosas rojas.
Honorio se preguntó:
De dónde te largaron Carlitos, ibas o venías?
Los policías que llegaron en bicicleta, al ver el revuelo de los patrulleros y al reconocer al viejo Honorio dijeron:
Chau Blanco, que te sea leve, nosotros nos vamos de franco, en realidad, no necesitaban explicar que estaban de recorrida por peligroso barrio.
Honorio entendió, esos tironeos entre la policía Federal y la Metropolitana era eterno, mejor ni meterse.
Mientras tanto los pasajeros de la combi atravesaban por un camino polvoriento, lleno de baches y yuyales altos a los costados.
El que ahora manejaba, el que parecía tener los ojos inyectados en sangre, le habló al que amenazaba:
Che Tripa, cortala con amenazar a las pibas, no te olvides que esto nos va a dejar buena guita y la orden viene bien de arriba.
La mujer que estaba junto al asiento del que estaba a cargo del volante, hundió la cabeza en su pecho, queriendo hacerse invisible.
Llegaron a un galpón medio derruído y sin techo donde introdujeron a la combi. El llamado Tripa descendió y haciendo un payasesco gesto con la pistola dijo:
Señores pasajeros, tengan a bien descender.
Los primeros en hacerlo fueron la pareja mayor, los cuales al poner los pies sobre el piso fueron ejecutados con el mismo chasquido, seco y brutal que terminó con la vida de Charlie.
El griterío que causó estas nuevas muertes fueron infernales.
Solo permanecía callada la que estaba junto al conductor y Ana, con los ocho documentos entre sus manos que ahora temblaban sin poderlas controlar.
Con su pie había deslizado hacia abajo del asiento del arrogante muchacho que tanto vociferó por el celular, pero, al verlo caer, leyó perfectamente MEDINA y no Molina, el parlante ahora, estaba blanco como un papel y temblaba bastante.
Sin duda, faltaban documentos, los locos desenfrenados no habían dado tiempo a nada,
Ana notó que la mujer bien vestida de adelante era la más calma dentro del terrible caos.
Apretaba contra su pecho una especie de maletín de mano, de cuero, con cierre y un pequeño broche aplanado de metal con números, sin duda, podría abrirse con una clave o llave especial.
El bip del Nextel llamando a Gustavo desde la empresa no paraba de sonar.
Gustavo desde su lugar gritó:
Si no querés que los agarren contestá!
¿Pero vos estás loco pibe? ¿Qué les digo, que liquidamos a tres?
La acompañante en el medio de esa breve y tensa discusión, de entre sus ropas extrajo una pequeña pistola y le disparó en la cabeza al que estaba en el lugar del conductor.
El que estaba abajo, cayó al oir el disparo, en una especie de estupor y sorpresa, rápido fue hacia la puerta delantera y allí recibió el impacto de la puerta al abrirse en el medio de la sien, dejándolo mareado y aturdido.
La mujer rápida como un conejo echó a correr entre el yuyal.
Clara Gutiérrez alias Molina, había esperado bastante esa mañana a quién le entregaría un paquete, proveniente desde un vuelo privado proveniente de un lejano lugar del sur, los secretos mejor guardados del extinto presidente.
Sabía que era aguardada en Avenida de Mayo por otro enlace.
No se preguntó demasiado sobre el contenido, ya pululaban bastantes noticias al respecto, hijos no declarados, amantes despechadas, hijos que no eran hijos, fortunas guardadas en ignotos lugares. Solo estaba atenta a las órdenes que recibía en los auriculares, evitando la molesta charla de Gustavo.
Solo tenía un solo objetivo, correr, correr, correr para poder llegar de nuevo en dirección a la autopista, y por sobre todas las cosas,evitar que el Tripa le diera alcance y sin vacilar la matara------------------------------------------------------------------------
Última edición por Cris el Mar 2 Abr - 10:54:59, editado 2 veces
Estaba bastante claro el panorama, los dibujos de las ruedas estaban como congeladas en la banquina de tierra: sin duda, dos motos de alta cilindrada y las otras parecían las de una Van, trafic, o bien minibus.
¿Y el muerto? ¿Qué tenía que ver en todo esto?
Anciano, bien vestido, una libreta de enrolamiento vieja y desgastada que decía que tenía más de 70 años y un simple nombre Carlos Andrés Rodríguez, domiciliado en... casi ilegible pero decía Capital Federal, dos pañuelos blancos, una billetera con $200 y pico y las dos rosas rojas.
Honorio se preguntó:
De dónde te largaron Carlitos, ibas o venías?
Los policías que llegaron en bicicleta, al ver el revuelo de los patrulleros y al reconocer al viejo Honorio dijeron:
Chau Blanco, que te sea leve, nosotros nos vamos de franco, en realidad, no necesitaban explicar que estaban de recorrida por peligroso barrio.
Honorio entendió, esos tironeos entre la policía Federal y la Metropolitana era eterno, mejor ni meterse.
Mientras tanto los pasajeros de la combi atravesaban por un camino polvoriento, lleno de baches y yuyales altos a los costados.
El que ahora manejaba, el que parecía tener los ojos inyectados en sangre, le habló al que amenazaba:
Che Tripa, cortala con amenazar a las pibas, no te olvides que esto nos va a dejar buena guita y la orden viene bien de arriba.
La mujer que estaba junto al asiento del que estaba a cargo del volante, hundió la cabeza en su pecho, queriendo hacerse invisible.
Llegaron a un galpón medio derruído y sin techo donde introdujeron a la combi. El llamado Tripa descendió y haciendo un payasesco gesto con la pistola dijo:
Señores pasajeros, tengan a bien descender.
Los primeros en hacerlo fueron la pareja mayor, los cuales al poner los pies sobre el piso fueron ejecutados con el mismo chasquido, seco y brutal que terminó con la vida de Charlie.
El griterío que causó estas nuevas muertes fueron infernales.
Solo permanecía callada la que estaba junto al conductor y Ana, con los ocho documentos entre sus manos que ahora temblaban sin poderlas controlar.
Con su pie había deslizado hacia abajo del asiento del arrogante muchacho que tanto vociferó por el celular, pero, al verlo caer, leyó perfectamente MEDINA y no Molina, el parlante ahora, estaba blanco como un papel y temblaba bastante.
Sin duda, faltaban documentos, los locos desenfrenados no habían dado tiempo a nada,
Ana notó que la mujer bien vestida de adelante era la más calma dentro del terrible caos.
Apretaba contra su pecho una especie de maletín de mano, de cuero, con cierre y un pequeño broche aplanado de metal con números, sin duda, podría abrirse con una clave o llave especial.
El bip del Nextel llamando a Gustavo desde la empresa no paraba de sonar.
Gustavo desde su lugar gritó:
Si no querés que los agarren contestá!
¿Pero vos estás loco pibe? ¿Qué les digo, que liquidamos a tres?
La acompañante en el medio de esa breve y tensa discusión, de entre sus ropas extrajo una pequeña pistola y le disparó en la cabeza al que estaba en el lugar del conductor.
El que estaba abajo, cayó al oir el disparo, en una especie de estupor y sorpresa, rápido fue hacia la puerta delantera y allí recibió el impacto de la puerta al abrirse en el medio de la sien, dejándolo mareado y aturdido.
La mujer rápida como un conejo echó a correr entre el yuyal.
Clara Gutiérrez alias Molina, había esperado bastante esa mañana a quién le entregaría un paquete, proveniente desde un vuelo privado proveniente de un lejano lugar del sur, los secretos mejor guardados del extinto presidente.
Sabía que era aguardada en Avenida de Mayo por otro enlace.
No se preguntó demasiado sobre el contenido, ya pululaban bastantes noticias al respecto, hijos no declarados, amantes despechadas, hijos que no eran hijos, fortunas guardadas en ignotos lugares. Solo estaba atenta a las órdenes que recibía en los auriculares, evitando la molesta charla de Gustavo.
Solo tenía un solo objetivo, correr, correr, correr para poder llegar de nuevo en dirección a la autopista, y por sobre todas las cosas,evitar que el Tripa le diera alcance y sin vacilar la matara------------------------------------------------------------------------
Última edición por Cris el Mar 2 Abr - 10:54:59, editado 2 veces
El inesperado giro que habìan tomado los acontecimientos, no solo habìan dejado atònito, al ahora semiinconsciente Tripa, sino al resto de los pasajeros.
La chica del tatuaje, no era la excepciòn, quien estallò en una crisis nerviosa, de gritos y sollozos, que parecìan inacabables. La otra muchacha, parecìa una muñeca rota, sin movimiento alguno, con la mirada perdida en la nada. Era evidente que estaba en estado de shock y que no saldrìa de eso, sin ayuda profesional. Cada uno a su manera, reflejaban el horror y el estupor por lo acaecido momentos antes. Medina, fuè el primero que se levantò, buscando confirmar, la muerte del conductor y del otro, a quien habìa visto bajar, sin embargo, un solo disparo, no podìa haber acabado con ambos. Todo habìa sido tan ràpido...
Nadie querìa descender, por miedo a que otro tiro, terminara de igual manera sus vidas. Sin embargo, era evidente, que el maleante, no estaba. Ana, se asomò por la ventanilla del fondo, buscando ubicarlo, pero no lo viò... ¿habrìa huìdo o habìa intentado atrapar a la mujer que corriò a campo traviesa luego de atacarle?
Ana no lo sabìa. Luego del disparo al chòfer, lo único que registró fuè la loca carrera de aquella mujer por los matorrales…
Uno de los muchachos que estaban sentados mas adelante, se puso de pie, y Medina, le siguiò: bajarìan para averiguarlo.
Trataron de evitar la sangre que manaba del delincuente muerto, y mientras buscaban con la mirada al otro, lentamente descendieron, evitando los cuerpos de la pareja que yacìan desparramados un metro mas allà de la puerta de la combi. Atràs de la puerta, descubrieron al Tripa, que en el suelo, trataba de recomponerse luego del feroz portazo que recibiò. Ambos pensaron lo mismo...
El arma del delincuente estaba unos metros mas allà, y Medina, se apresurò a tomarla, mientras el otro buscaba con que maniatarlo.
-Sacate la corbata, no hay otra cosa-le dijo
-Buena idea, la tuya parece mas larguita... -bromeò mientras se la sacaba y se acercaba al Tripa- Ademàs, èsta la comprè la semana pasada, y la tuya, es muy fea. Ya es hora que la cambiès, la llevas todos los dìas al trabajo... –El veinteañero, parecía tomarse la cosa, de manera divertida, quizás era su manera de manifestar sus nervios alterados, quizás, creìa estar en alguna suerte de película.
-No intentès nada, infeliz, ahora tengo yo el arma-dijo Medina sin hacer caso del comentario de su compañero-. Quedate bien quieto o el boleta vas a ser vos, animal-gritaba, mientras le temblaba la mano.
Ràpidamente el muchacho le atò las manos a la espalda, reforzando con dos nudos su trabajo. Ana descendiò y le tomò el pulso a ambos ancianos. Estaban muertos.
Mirò alrededor y comprobò que estaban en medio de la nada. Era el momento de intentar dar aviso a la policìa. Subiò nuevamente e intentò llamar a la policìa, pero no tenìa señal. Se dirigiò al resto y preguntò:
-Alguien tiene señal?
Como en una vieja pelìcula de pistoleros, todos simultàneamente, buscaron sus respectivos celulares. Del fondo se escuchò:
-Tengo señal, pero no tengo crèdito.
Otro dijo:
-No tengo baterìa...
Alguien agregó:
-Me lo robaron hace una semana.
Parecìa una broma de mal gusto. Tanta tecnologìa y no servìa para nada. Ana pensó que quizàs, podía intercambiar su pila si es que el otro pasajero, tenía el mismo modelo de teléfono. Gustavo, confiaba en que la central seguro había hecho alguna suerte de denuncia, dado el tiempo en que no había recibido respuesta suya al llamado. Sin embargo, el Nextel, ahora parecía mas muerto que el compañero del Tripa.
Ana intentò tranquilizar a las chicas y en parte lo logrò, sin embargo no pudo hacerlas descender del vehìculo.
Mientras Clara seguìa su carrera enloquecida buscando nuevamente la autopista, sin hallarla, a unos quince kilómetros de allì, Honorio, viò llegar la ambulancia que en minutos trasladarìa el cuerpo del anciano enamorado, a la morgue policial, para la investigación correspondiente. Al menos, tendrían algún dato con el tipo de balas usadas, aunque no serviría de mucho, dado el caso. Nadie podía haber visto nada en aquella zona desolada, por otro lado, sabìa que intentar conocer el origen de un arma o de sus balas en aquel lugar, era algo decididamente irrisorio.
Mirò la hora: eran algo mas de las once.
Todavìa no había una hipótesis que explicara el asesinato de un viejo, donde el móvil no había sido el robo de dinero. Algo no le cerraba. Para que atacar a un viejo, en tamañas motos? Salvo que hubiera sido el propietario de algún vehiculo grande que los delincuentes quisieran para algun atraco de importancia o simplemente, para reducirlo en un desarmadero… Si era un minibús, la cosa cambiaba totalmente. Para que matar a un anciano sin robarle… y què con el resto de los pasajeros? Era imposible que ese hombre fuera chòfer de alguna empresa. En ese momento, un policía se acercò y le dijo que una empresa de minibuses había llamado denunciado demora en uno de sus móviles, coincidente con la zona donde estaban ellos.
Honorio, respirò hondo y le dijo: -Averiguà el horario de salida y recorrido del colectivo. Conseguite un mapa de la zona. Por ahì, no le erro con el pàlpito...
Clara, entretanto, se detuvo, segura de que ya estaba lo suficientemente distante de la combi y su perseguidor. Mirò la hora. Tendrìa que intentar comunicarse con su contacto. No era algo que querìa hacer. Era peligroso, podrían otros, rastrear su llamada. Pero las cosas se habían salido de control y era evidente que no estaría a tiempo para entregar la información. Buscò su celular e intentò marcar el número: no tenía señal.
A menos de quinientos metros se vislumbraba la autopista.
Durante la carrera, se le habìa roto el taco de uno de sus zapatos, la ropa, un completo desastre: todo estaba lleno de abrojos y de cola de zorro.
No quedaba mas que intentar viajar, justificando su apariencia con un robo.
La chica del tatuaje, no era la excepciòn, quien estallò en una crisis nerviosa, de gritos y sollozos, que parecìan inacabables. La otra muchacha, parecìa una muñeca rota, sin movimiento alguno, con la mirada perdida en la nada. Era evidente que estaba en estado de shock y que no saldrìa de eso, sin ayuda profesional. Cada uno a su manera, reflejaban el horror y el estupor por lo acaecido momentos antes. Medina, fuè el primero que se levantò, buscando confirmar, la muerte del conductor y del otro, a quien habìa visto bajar, sin embargo, un solo disparo, no podìa haber acabado con ambos. Todo habìa sido tan ràpido...
Nadie querìa descender, por miedo a que otro tiro, terminara de igual manera sus vidas. Sin embargo, era evidente, que el maleante, no estaba. Ana, se asomò por la ventanilla del fondo, buscando ubicarlo, pero no lo viò... ¿habrìa huìdo o habìa intentado atrapar a la mujer que corriò a campo traviesa luego de atacarle?
Ana no lo sabìa. Luego del disparo al chòfer, lo único que registró fuè la loca carrera de aquella mujer por los matorrales…
Uno de los muchachos que estaban sentados mas adelante, se puso de pie, y Medina, le siguiò: bajarìan para averiguarlo.
Trataron de evitar la sangre que manaba del delincuente muerto, y mientras buscaban con la mirada al otro, lentamente descendieron, evitando los cuerpos de la pareja que yacìan desparramados un metro mas allà de la puerta de la combi. Atràs de la puerta, descubrieron al Tripa, que en el suelo, trataba de recomponerse luego del feroz portazo que recibiò. Ambos pensaron lo mismo...
El arma del delincuente estaba unos metros mas allà, y Medina, se apresurò a tomarla, mientras el otro buscaba con que maniatarlo.
-Sacate la corbata, no hay otra cosa-le dijo
-Buena idea, la tuya parece mas larguita... -bromeò mientras se la sacaba y se acercaba al Tripa- Ademàs, èsta la comprè la semana pasada, y la tuya, es muy fea. Ya es hora que la cambiès, la llevas todos los dìas al trabajo... –El veinteañero, parecía tomarse la cosa, de manera divertida, quizás era su manera de manifestar sus nervios alterados, quizás, creìa estar en alguna suerte de película.
-No intentès nada, infeliz, ahora tengo yo el arma-dijo Medina sin hacer caso del comentario de su compañero-. Quedate bien quieto o el boleta vas a ser vos, animal-gritaba, mientras le temblaba la mano.
Ràpidamente el muchacho le atò las manos a la espalda, reforzando con dos nudos su trabajo. Ana descendiò y le tomò el pulso a ambos ancianos. Estaban muertos.
Mirò alrededor y comprobò que estaban en medio de la nada. Era el momento de intentar dar aviso a la policìa. Subiò nuevamente e intentò llamar a la policìa, pero no tenìa señal. Se dirigiò al resto y preguntò:
-Alguien tiene señal?
Como en una vieja pelìcula de pistoleros, todos simultàneamente, buscaron sus respectivos celulares. Del fondo se escuchò:
-Tengo señal, pero no tengo crèdito.
Otro dijo:
-No tengo baterìa...
Alguien agregó:
-Me lo robaron hace una semana.
Parecìa una broma de mal gusto. Tanta tecnologìa y no servìa para nada. Ana pensó que quizàs, podía intercambiar su pila si es que el otro pasajero, tenía el mismo modelo de teléfono. Gustavo, confiaba en que la central seguro había hecho alguna suerte de denuncia, dado el tiempo en que no había recibido respuesta suya al llamado. Sin embargo, el Nextel, ahora parecía mas muerto que el compañero del Tripa.
Ana intentò tranquilizar a las chicas y en parte lo logrò, sin embargo no pudo hacerlas descender del vehìculo.
Mientras Clara seguìa su carrera enloquecida buscando nuevamente la autopista, sin hallarla, a unos quince kilómetros de allì, Honorio, viò llegar la ambulancia que en minutos trasladarìa el cuerpo del anciano enamorado, a la morgue policial, para la investigación correspondiente. Al menos, tendrían algún dato con el tipo de balas usadas, aunque no serviría de mucho, dado el caso. Nadie podía haber visto nada en aquella zona desolada, por otro lado, sabìa que intentar conocer el origen de un arma o de sus balas en aquel lugar, era algo decididamente irrisorio.
Mirò la hora: eran algo mas de las once.
Todavìa no había una hipótesis que explicara el asesinato de un viejo, donde el móvil no había sido el robo de dinero. Algo no le cerraba. Para que atacar a un viejo, en tamañas motos? Salvo que hubiera sido el propietario de algún vehiculo grande que los delincuentes quisieran para algun atraco de importancia o simplemente, para reducirlo en un desarmadero… Si era un minibús, la cosa cambiaba totalmente. Para que matar a un anciano sin robarle… y què con el resto de los pasajeros? Era imposible que ese hombre fuera chòfer de alguna empresa. En ese momento, un policía se acercò y le dijo que una empresa de minibuses había llamado denunciado demora en uno de sus móviles, coincidente con la zona donde estaban ellos.
Honorio, respirò hondo y le dijo: -Averiguà el horario de salida y recorrido del colectivo. Conseguite un mapa de la zona. Por ahì, no le erro con el pàlpito...
Clara, entretanto, se detuvo, segura de que ya estaba lo suficientemente distante de la combi y su perseguidor. Mirò la hora. Tendrìa que intentar comunicarse con su contacto. No era algo que querìa hacer. Era peligroso, podrían otros, rastrear su llamada. Pero las cosas se habían salido de control y era evidente que no estaría a tiempo para entregar la información. Buscò su celular e intentò marcar el número: no tenía señal.
A menos de quinientos metros se vislumbraba la autopista.
Durante la carrera, se le habìa roto el taco de uno de sus zapatos, la ropa, un completo desastre: todo estaba lleno de abrojos y de cola de zorro.
No quedaba mas que intentar viajar, justificando su apariencia con un robo.
Sin señal, con 3 muertos y un prisionero nadie tomaba la decisión de lo que había que hacer, hasta que Ana se armo de un coraje que no tenia y le dijo al chofer de la combi…..nos tenemos que ir de acá……hay que sacar al delincuente muerto….atar muy bien al otro y tratar de llegar a una camisería lo mas pronto posible…..Todos se miraron y la miraron….el tripa esbozo una sonrisa….sabia muy bien que en 15 o 20 minutos a mas tardar, llegarían sus mandantes…..solo que al pensarlos un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo…había fallado y las fallas se pagan con la vida, tal vez se lo merecía porque sin preguntar ni dar ninguna oportunidad termino con la vida de 3 personas, y en su alocada y afiebrada mente se veía ajusticiando a todos con la excepción de las dos chicas para las cuales les tenia reservado un burdel, previo conocimiento personal de sus nuevos servicios….este ultimo pensamiento le hizo brillar los ojos, abrir la boca y relamerse los labios….lo cual fue el preámbulo de un certero golpe a su mandíbula aplicada por el veinteañero jocoso, que de esa forma descargo sus nervios y bronca contenida….
Tiene razón señora, debemos irnos de aquí pero con esta rata que hacemos….no me faltan ganas de apretar el gatillo, pero seré un estafador pero nunca un asesino…..comento en voz baja que solo el muchacho y Ana escucharon……
Ana respondió…..ya que esta atado de manos lo podemos atar de pies y lo llevamos junto al muerto para que al menos lo lleven preso…si después la justicia que es lamentable lo suelta no será problema nuestro…..Tiene razón señora dijo una voz que no había sonado aun, Ana se dio vuelta y vio a un señor de unos 45 años no muy alto pero se notaba que practicaba deportes porque su contextura era la de un atleta, y que estaba sentado en el ultimo asiento del vehiculo recostado al máximo, con lo cual apenas si se le veía el pelo, costumbre que había adquirido hacia mas de 30 años cuando se le ocurrió hacer el servicio militar en la policía, en los albores de los años de plomo y ciertas costumbre no se olvidan y continuaba viajando de la misma maneja, si bien ahora no era mas que un instructor de parapente radicado en la provincia de San Juan y que había venido a Buenos Aires, para comprar algunos equipos porque como decía un antiguo slogan publicitario….en San Juan nos se consigue….Su inclusión en ese viaje fue mas obra de la casualidad que otra cosa…..Estaba acostumbrado a viajar en tren pero los mismos se habían cancelado y el primo que vivía en Ezeiza, y que le habia dado alojamiento temporal, le dijo tomate la combi, que es mas rápida y mas segura…….si seguramente no estaba en sus planes formar parte de secuestros y asesinatos por la búsqueda de una individuo que ni siguiera era un hombre, con lo cual sin romperse demasiado el cerebro, la data de los delincuentes no era muy clara que digamos sin embargo por ser un asiduo lector a causa judiciales, sabia muy bien que si la justicia soltaba al Tripa demasiado pronto, este iria a buscarnos uno por uno como venganza por lo que le hicimos….yo le volaría la cabeza al igual que se la volaron al otro…ese ya no jode mas a nadie pero este si queda vivo seguro….
Medina que era el que tenia el arma….temblaba de solo pensarlo….pero nadie se había dado cuenta que faltaba el arma del otro delincuente…¿se había caído? ¿la tendría el finado entre sus ropas? o alguien la escandio. Eran 13 pasajeros y el chofer, 3 estaban muertos, una había escapado, quedaban 10…..Ana no la tenia….Medina y el muchachote solo una pistola…..las chicas tampoco….y ahora el instructor tampoco….ademas de la ultima pasajera que subio….quienes eran los 4 que faltaban……….
Última edición por Silu el Mar 9 Abr - 14:56:24, editado 1 vez (Razón : matematicas fallar....a veces...jijijiji)
Tiene razón señora, debemos irnos de aquí pero con esta rata que hacemos….no me faltan ganas de apretar el gatillo, pero seré un estafador pero nunca un asesino…..comento en voz baja que solo el muchacho y Ana escucharon……
Ana respondió…..ya que esta atado de manos lo podemos atar de pies y lo llevamos junto al muerto para que al menos lo lleven preso…si después la justicia que es lamentable lo suelta no será problema nuestro…..Tiene razón señora dijo una voz que no había sonado aun, Ana se dio vuelta y vio a un señor de unos 45 años no muy alto pero se notaba que practicaba deportes porque su contextura era la de un atleta, y que estaba sentado en el ultimo asiento del vehiculo recostado al máximo, con lo cual apenas si se le veía el pelo, costumbre que había adquirido hacia mas de 30 años cuando se le ocurrió hacer el servicio militar en la policía, en los albores de los años de plomo y ciertas costumbre no se olvidan y continuaba viajando de la misma maneja, si bien ahora no era mas que un instructor de parapente radicado en la provincia de San Juan y que había venido a Buenos Aires, para comprar algunos equipos porque como decía un antiguo slogan publicitario….en San Juan nos se consigue….Su inclusión en ese viaje fue mas obra de la casualidad que otra cosa…..Estaba acostumbrado a viajar en tren pero los mismos se habían cancelado y el primo que vivía en Ezeiza, y que le habia dado alojamiento temporal, le dijo tomate la combi, que es mas rápida y mas segura…….si seguramente no estaba en sus planes formar parte de secuestros y asesinatos por la búsqueda de una individuo que ni siguiera era un hombre, con lo cual sin romperse demasiado el cerebro, la data de los delincuentes no era muy clara que digamos sin embargo por ser un asiduo lector a causa judiciales, sabia muy bien que si la justicia soltaba al Tripa demasiado pronto, este iria a buscarnos uno por uno como venganza por lo que le hicimos….yo le volaría la cabeza al igual que se la volaron al otro…ese ya no jode mas a nadie pero este si queda vivo seguro….
Medina que era el que tenia el arma….temblaba de solo pensarlo….pero nadie se había dado cuenta que faltaba el arma del otro delincuente…¿se había caído? ¿la tendría el finado entre sus ropas? o alguien la escandio. Eran 13 pasajeros y el chofer, 3 estaban muertos, una había escapado, quedaban 10…..Ana no la tenia….Medina y el muchachote solo una pistola…..las chicas tampoco….y ahora el instructor tampoco….ademas de la ultima pasajera que subio….quienes eran los 4 que faltaban……….
Última edición por Silu el Mar 9 Abr - 14:56:24, editado 1 vez (Razón : matematicas fallar....a veces...jijijiji)
El olfato de Honorio Blanco no falló en este caso.
Le informaban que la combi había salido a las 8 hs de la agencia de minibuses que hacía el servicio de una localidad distante a 32 Km de Capital. A las 8,15 la agencia había despachado otra, con el mismo recorrido y que solo estaba demorada por el piquete en la Avenida 9 de Julio.
Los pasajeros eran casi todos habituales, se los conocía por sus nombres de pila, generalmente viajaban con abonos mensuales a diferentes Bancos, empresas o simplemente eran estudiantes universitarios, salvo dos o tres extras que se agregaban a último momento y si había lugar se les concedía,
Hacía un corto recorrido por la ciudad, levantando algunos pasajeros parados en determinados lugares, como el caso de Ana que había esperado en la esquina de su casa, o bien otros que iban directamente a la agencia; tomaban un corto recorrido por la autopista Jorge Newbery para luego tomar la autopista Richieri que nace en el Aeropuerto Internacional Ing. Pistarini.
Honorio olfateó que algo proveniente del Aeropuerto Internacional le sonaba a temática conocida, por la que él había pagado un alto precio en su foja de servicios y cualquiera que estuviera al tanto de las idas y venidas de esa empresa de minibuses podría haber subido al tomar la Richieri o quizás más tarde interceptada o encerrarla por los dos motociclistas, matando vaya a saber por qué oscuras razones al viejito que ya se llevaba la morguera.
Pero dónde caranchos estaban las motos, en qué barrio habían metido a la combi y al resto de los pasajeros, si es que quedaba alguno vivo?
Honorio Blanco se subió al patrullero y resolvió "darse una vueltita" por algunas villas y personajes conocidos.
Mientras tanto, en la combi, el calor y los nervios abrumaban ya que al parar el motor del vehículo, comenzaron a sentir el peso de la humedad y del calor por la falta del aire acondicionado.
Solo Ignacio Rivero parecía estar tranquilo, tenía sobre sí todo el sol y la paz que otorgan las provincias alejadas de las grandes urbes. Su pasado policial había dejado de pesarle pero al ser expectador de tanto caos, sintió que se le removían las tripas y que le brotaba la adrenalina de aquellos tiempos.
Solo él había observado a cada uno de los pasajeros; su primo quién trabajaba en el aeropuerto, mientras lo llevaba a la agencia de minibuses le había contado algunas cosas, de esas que se hablan por lo bajo: aviones privados que iban y venían, sin demasiados controles, la espera de un quizás inexistente dossier de unas cuanta carillas que se estaba esperando y destaparía unas cuantas ollas podridas, de gente del poder, políticos, viudas, negociados, chanchullos varios...
Desde el mismo momento en que subió Clara a Ignacio le pareció sospechosa pero también ,todos parecían sospechosos, tipos autómatas, raros con sus conexiones a auriculares el resto del pasaje, salvo dos o tres personas; extraños aparatos que ahora en la nada no funcionaban y eran pura chatarra inservible.
El y Ana, al igual que Gustavo notaron el siguimiento de los dos motociclistas.
Lo que nadie vio es que cuando Clara dejó casi nock aut del tremendo portazo en la sien al Tripa,, un tipo con aspecto de vagabundo estaba del lado de afuera del desvencijado galpón y echó a correr detrás de ella.
Ahora todo era un desmadre, habían atado al Tripa con una corbata pero estaban aseguradas bien las manos, con nudos especiales?
Medina estaba demasiado nervioso y blandía con manos temblorosas el arma y era sumamente peligroso, ya que al hablar la subía y la bajaba descontroladamente y así fue, un certero tiro fue a dar en una de las piernas del Tripa, que ahora aullaba de dolor y se deshacía en palabrotas.
Ahora sí que estamos fritos pibe, te las mandaste en colores. Dame el arma, dijo Ignacio. Rápido suban a la camioneta.
Dicho ésto y sin asco, tomó del cinturón al ocupante que estaba muerto en el asiento del chofer y con una fuerza inusitada lo levantó y tiró arriba del aullante Tripa, que gritaba de dolor.
Ignacio volvió a tener la cabeza fría como en aquellos años de plomo.
Colocó la pistola sobre lo que ahora era una planilla de pasajeros ensangrentada, observando que en el charco de sangre que se había derramado sobre el piso estaba la otra pistola.
Ocupó el lugar de Clara y con una voz muy serena pero a la vez imperiosa dijo:
Vamos Gustavo, hay que salir de acá.
Si Gustavo sentía ganas de vomitar al ver su asiento ensangrentado no dijo ni mu, puso marcha atrás y casi derrapando retomó el polvoriento y angosto camino, que quizás los llevaría a la autopista.
Al salir de esa especie de zanjón en la que estaban sumergidos les pareció ver a un patrullero que se adentraba en el camino y todos los celulares comenzaron a sonar------------------------------------------------------------------
Última edición por Cris el Miér 10 Abr - 12:08:05, editado 2 veces
Le informaban que la combi había salido a las 8 hs de la agencia de minibuses que hacía el servicio de una localidad distante a 32 Km de Capital. A las 8,15 la agencia había despachado otra, con el mismo recorrido y que solo estaba demorada por el piquete en la Avenida 9 de Julio.
Los pasajeros eran casi todos habituales, se los conocía por sus nombres de pila, generalmente viajaban con abonos mensuales a diferentes Bancos, empresas o simplemente eran estudiantes universitarios, salvo dos o tres extras que se agregaban a último momento y si había lugar se les concedía,
Hacía un corto recorrido por la ciudad, levantando algunos pasajeros parados en determinados lugares, como el caso de Ana que había esperado en la esquina de su casa, o bien otros que iban directamente a la agencia; tomaban un corto recorrido por la autopista Jorge Newbery para luego tomar la autopista Richieri que nace en el Aeropuerto Internacional Ing. Pistarini.
Honorio olfateó que algo proveniente del Aeropuerto Internacional le sonaba a temática conocida, por la que él había pagado un alto precio en su foja de servicios y cualquiera que estuviera al tanto de las idas y venidas de esa empresa de minibuses podría haber subido al tomar la Richieri o quizás más tarde interceptada o encerrarla por los dos motociclistas, matando vaya a saber por qué oscuras razones al viejito que ya se llevaba la morguera.
Pero dónde caranchos estaban las motos, en qué barrio habían metido a la combi y al resto de los pasajeros, si es que quedaba alguno vivo?
Honorio Blanco se subió al patrullero y resolvió "darse una vueltita" por algunas villas y personajes conocidos.
Mientras tanto, en la combi, el calor y los nervios abrumaban ya que al parar el motor del vehículo, comenzaron a sentir el peso de la humedad y del calor por la falta del aire acondicionado.
Solo Ignacio Rivero parecía estar tranquilo, tenía sobre sí todo el sol y la paz que otorgan las provincias alejadas de las grandes urbes. Su pasado policial había dejado de pesarle pero al ser expectador de tanto caos, sintió que se le removían las tripas y que le brotaba la adrenalina de aquellos tiempos.
Solo él había observado a cada uno de los pasajeros; su primo quién trabajaba en el aeropuerto, mientras lo llevaba a la agencia de minibuses le había contado algunas cosas, de esas que se hablan por lo bajo: aviones privados que iban y venían, sin demasiados controles, la espera de un quizás inexistente dossier de unas cuanta carillas que se estaba esperando y destaparía unas cuantas ollas podridas, de gente del poder, políticos, viudas, negociados, chanchullos varios...
Desde el mismo momento en que subió Clara a Ignacio le pareció sospechosa pero también ,todos parecían sospechosos, tipos autómatas, raros con sus conexiones a auriculares el resto del pasaje, salvo dos o tres personas; extraños aparatos que ahora en la nada no funcionaban y eran pura chatarra inservible.
El y Ana, al igual que Gustavo notaron el siguimiento de los dos motociclistas.
Lo que nadie vio es que cuando Clara dejó casi nock aut del tremendo portazo en la sien al Tripa,, un tipo con aspecto de vagabundo estaba del lado de afuera del desvencijado galpón y echó a correr detrás de ella.
Ahora todo era un desmadre, habían atado al Tripa con una corbata pero estaban aseguradas bien las manos, con nudos especiales?
Medina estaba demasiado nervioso y blandía con manos temblorosas el arma y era sumamente peligroso, ya que al hablar la subía y la bajaba descontroladamente y así fue, un certero tiro fue a dar en una de las piernas del Tripa, que ahora aullaba de dolor y se deshacía en palabrotas.
Ahora sí que estamos fritos pibe, te las mandaste en colores. Dame el arma, dijo Ignacio. Rápido suban a la camioneta.
Dicho ésto y sin asco, tomó del cinturón al ocupante que estaba muerto en el asiento del chofer y con una fuerza inusitada lo levantó y tiró arriba del aullante Tripa, que gritaba de dolor.
Ignacio volvió a tener la cabeza fría como en aquellos años de plomo.
Colocó la pistola sobre lo que ahora era una planilla de pasajeros ensangrentada, observando que en el charco de sangre que se había derramado sobre el piso estaba la otra pistola.
Ocupó el lugar de Clara y con una voz muy serena pero a la vez imperiosa dijo:
Vamos Gustavo, hay que salir de acá.
Si Gustavo sentía ganas de vomitar al ver su asiento ensangrentado no dijo ni mu, puso marcha atrás y casi derrapando retomó el polvoriento y angosto camino, que quizás los llevaría a la autopista.
Al salir de esa especie de zanjón en la que estaban sumergidos les pareció ver a un patrullero que se adentraba en el camino y todos los celulares comenzaron a sonar------------------------------------------------------------------
Última edición por Cris el Miér 10 Abr - 12:08:05, editado 2 veces
Un Gol azul, llegò a las inmediaciones con dos pasajeros: un hombre de bigotes de mediana edad y una mujer de unos treinta y cinco años, rubia, de anteojos. Por escasos cinco minutos no se cruzaron con el minibus en el camino...
Bajaron del vehìculo ràpidamente, creyendo que estarìan todos dentro del galpòn, como se habìa acordado. Sin embargo, solo hallaron a los dos delincuentes: uno muerto y el otro, baleado. La mujer se dirigiò al Tripa, y sin considerar su situación, le dijo secamente:
-¿Què pasò?
-Todo saliò mal... todo saliò mal...-repetìa el Tripa, entre muecas de dolor y sollozos. -Se nos escapò la mujer...
-Hacia dònde?-intervino el hombre de bigotes, sin denotar nerviosismo alguno.
-Por ahì... corriò hacia allà, se metió en el campito èse... pensamos que Medina era un hombre y no una mujer...
-Te merecès lo que te pasò, imbècil-dijo la rubia-... por machista. -Y esto tambien...-y diciendo esto, sacò su arma y lo rematò. Luego, sin mirar a su compañero, dijo:
-Vamos, Walter, busquemos esos documentos o vamos a terminar igual que estos dos. Si no se hubiera pinchado esa goma, hubièramos llegado a tiempo. Todo esto pasa, por trabajar para gentuza: un auto de cuarta, hombres de quinta, logìstica de sexta... Lo único atrayente, es la paga… Si es que tenemos suerte, quizás podamos encontrar a la Medina y marcharnos de una vez. Si en dos horas, no la hallamos, mejor desaparecemos y nos olvidamos de todo esto, fuera del país. Laroque no perdonarà el resultado… ya sabemos eso.
Subieron al Gol, buscando la manera de retomar la carretera, en direcciòn hacia donde la mujer, habìa huìdo. Mientras la dupla, la buscaba intensamente, no muy lejos de ahì, Clara pudo detener un vehículo, que se dirigía en sentido contrario al que había hecho. No le importaba mucho hacia donde llegarìa, solo querìa desaparecer pronto de la zona, que sabìa era un hervidero de policías y de otros que como ella, estaban buscando el maldito grial que condenaba a medio país con su información. El libro de cuero, iba en su mano sudorosa, junto a un par de cuadernos, lo que le daba el aspecto a ser una profesora o secretaria. El plan era dejarlo en una caja de seguridad del Banco Naciòn Argentina, cuyo número había aprendido de memoria. Quiènes la contrataron habían acordado con el banco que irìa una persona en representación del dueño de la caja a depositar unos objetos. Ella se presentarìa como la secretaria con el documento falso que portaba, a nombre de Helena Robles. Una vez que lo hubiera dejado allì, solo debía esperar 24 hs y retirar su paga de la cuenta que le había sido creada a tal efecto, por sus contratistas, en el mismo banco. Su contacto, le dijo, de manera escueta, que el grupo era poderoso y mediático. A Clara le importaba muy poco quienes eran o que harían con el libro, solo querìa cobrar lo suyo y marcharse, cuanto antes mejor.
–Estoy bien, estoy bien, no te preocupès… pero ha sido una pesadilla…-dijo Ana mientras hablaba con su hija, sin poder ocultar el sollozo que había contenido durante mas tiempo que el saludable.
-Dònde estàs? Dònde estàs?-le decía casi a los gritos Cristina a su madre -Has llamado a la policía?
-Estamos tratando de hacerlo… haceme un favor, avisale a tu padre, tranquilizalo, decile que estoy bien, que apenas pueda, vuelvo a casa. No puedo comunicarme con èl… No puedo decirte donde estamos porque queremos alejarnos lo mas rápido que podamos del sitio donde estuvimos, y también de retomar la autopista, pero hemos visto un patrullero en el camino. Lo mas probable es que tratemos de contactarlo… será mas fácil que buscar por aquí una seccional policial. Quedate tranquila, lo peor ya pasò…-mientras ella pensaba para sus adentros, lo peor es poco… FUÈ UN HORROR…-Despuès llamo… te quiero, hija- y bendiciendo la existencia de los celulares, cortò.
Gustavo, maniobrò con dificultad, tratando de volver al camino, por donde habían visto ingresar al patrullero. Era lo mejor. Ignacio iba a su lado, celular en mano, digitando un mensaje de texto para su primo. Medina, había logrado tranquilizarse, mientras su divertido compañero, iba hablándole de como contarìa sus hazañas del dìa en el trabajo. Los demás, en sus asientos, intentaban comunicarse con los suyos para decirles lo mismo: que estaban bien y que esperaban, pronto, estar de regreso…
-Allà està- gritò alguien de los primeros asientos- Volvete al galpón… están ahì…
-Estas seguro?-preguntò Ignacio
-Sì, allà està…
Cuando Gustavo doblò, todos suspiraron aliviados: el patrullero estaba detenido fuera del galpón y ellos, sabían que era el fin de su odisea…
A lo lejos se escuchaba un helicòptero.
Honorio lo mirò, mientras hilaba conjeturas con los pocos cabos sueltos que disponìa. Mientras el otro oficial, pedia una ambulancia, por segunda vez aquel dìa...
Bajaron del vehìculo ràpidamente, creyendo que estarìan todos dentro del galpòn, como se habìa acordado. Sin embargo, solo hallaron a los dos delincuentes: uno muerto y el otro, baleado. La mujer se dirigiò al Tripa, y sin considerar su situación, le dijo secamente:
-¿Què pasò?
-Todo saliò mal... todo saliò mal...-repetìa el Tripa, entre muecas de dolor y sollozos. -Se nos escapò la mujer...
-Hacia dònde?-intervino el hombre de bigotes, sin denotar nerviosismo alguno.
-Por ahì... corriò hacia allà, se metió en el campito èse... pensamos que Medina era un hombre y no una mujer...
-Te merecès lo que te pasò, imbècil-dijo la rubia-... por machista. -Y esto tambien...-y diciendo esto, sacò su arma y lo rematò. Luego, sin mirar a su compañero, dijo:
-Vamos, Walter, busquemos esos documentos o vamos a terminar igual que estos dos. Si no se hubiera pinchado esa goma, hubièramos llegado a tiempo. Todo esto pasa, por trabajar para gentuza: un auto de cuarta, hombres de quinta, logìstica de sexta... Lo único atrayente, es la paga… Si es que tenemos suerte, quizás podamos encontrar a la Medina y marcharnos de una vez. Si en dos horas, no la hallamos, mejor desaparecemos y nos olvidamos de todo esto, fuera del país. Laroque no perdonarà el resultado… ya sabemos eso.
Subieron al Gol, buscando la manera de retomar la carretera, en direcciòn hacia donde la mujer, habìa huìdo. Mientras la dupla, la buscaba intensamente, no muy lejos de ahì, Clara pudo detener un vehículo, que se dirigía en sentido contrario al que había hecho. No le importaba mucho hacia donde llegarìa, solo querìa desaparecer pronto de la zona, que sabìa era un hervidero de policías y de otros que como ella, estaban buscando el maldito grial que condenaba a medio país con su información. El libro de cuero, iba en su mano sudorosa, junto a un par de cuadernos, lo que le daba el aspecto a ser una profesora o secretaria. El plan era dejarlo en una caja de seguridad del Banco Naciòn Argentina, cuyo número había aprendido de memoria. Quiènes la contrataron habían acordado con el banco que irìa una persona en representación del dueño de la caja a depositar unos objetos. Ella se presentarìa como la secretaria con el documento falso que portaba, a nombre de Helena Robles. Una vez que lo hubiera dejado allì, solo debía esperar 24 hs y retirar su paga de la cuenta que le había sido creada a tal efecto, por sus contratistas, en el mismo banco. Su contacto, le dijo, de manera escueta, que el grupo era poderoso y mediático. A Clara le importaba muy poco quienes eran o que harían con el libro, solo querìa cobrar lo suyo y marcharse, cuanto antes mejor.
–Estoy bien, estoy bien, no te preocupès… pero ha sido una pesadilla…-dijo Ana mientras hablaba con su hija, sin poder ocultar el sollozo que había contenido durante mas tiempo que el saludable.
-Dònde estàs? Dònde estàs?-le decía casi a los gritos Cristina a su madre -Has llamado a la policía?
-Estamos tratando de hacerlo… haceme un favor, avisale a tu padre, tranquilizalo, decile que estoy bien, que apenas pueda, vuelvo a casa. No puedo comunicarme con èl… No puedo decirte donde estamos porque queremos alejarnos lo mas rápido que podamos del sitio donde estuvimos, y también de retomar la autopista, pero hemos visto un patrullero en el camino. Lo mas probable es que tratemos de contactarlo… será mas fácil que buscar por aquí una seccional policial. Quedate tranquila, lo peor ya pasò…-mientras ella pensaba para sus adentros, lo peor es poco… FUÈ UN HORROR…-Despuès llamo… te quiero, hija- y bendiciendo la existencia de los celulares, cortò.
Gustavo, maniobrò con dificultad, tratando de volver al camino, por donde habían visto ingresar al patrullero. Era lo mejor. Ignacio iba a su lado, celular en mano, digitando un mensaje de texto para su primo. Medina, había logrado tranquilizarse, mientras su divertido compañero, iba hablándole de como contarìa sus hazañas del dìa en el trabajo. Los demás, en sus asientos, intentaban comunicarse con los suyos para decirles lo mismo: que estaban bien y que esperaban, pronto, estar de regreso…
-Allà està- gritò alguien de los primeros asientos- Volvete al galpón… están ahì…
-Estas seguro?-preguntò Ignacio
-Sì, allà està…
Cuando Gustavo doblò, todos suspiraron aliviados: el patrullero estaba detenido fuera del galpón y ellos, sabían que era el fin de su odisea…
A lo lejos se escuchaba un helicòptero.
Honorio lo mirò, mientras hilaba conjeturas con los pocos cabos sueltos que disponìa. Mientras el otro oficial, pedia una ambulancia, por segunda vez aquel dìa...
Sin embargo tal como les habia pasado antes, al volver al lugar se volvieron a quedar sin señal y hasta la radio-patrulla tenia una interferencia que hacia casi imposible modular correctamente.
Cuando el vehiculo con los pasajeros, se detuvo al costado del patrullero, todos los que venian en el minibus, respiraron aliviados y tanto Honorio como su ayudante, miraban la escena entre impavidos y curiosos, para saber que diablos estaba pasando. El primero en bajar fue Gustavo, seguido de Ignacio, Ana, Medina, y el muchachote, el resto se limito a observar…..todos querian hablar al mismo tiempo, sin embargo se callaron cuando Ignacio le entrego a Honorio, las armas de los delicuentes…con un comentario…..solo la usamos un vez y fue por error y este Sr. le metio un tiro en pierna al que esta tirado ahí,…..que por lo que veo esta tan quieto como el otro.
Honorio noto tanto en la forma de hablar como en el porte, que en algun tiempo debio pertenecer a la fuerza…y no estaba equivocado…..
Bien dijo, esperamos a la ambulancia y después vamos todos a la seccional…..están todos o faltan algunos…pregunto……Ana fue la unica que respondio : a un señor mayor lo mataron cuando los delincuentes subieron a micro, a la pareja que esta alla, la mato el que se hacia llamar Tripa cuando bajaban y una mujer que fue la que disparo y mato al flaquito, salio huyendo en dirección a la autopista.
Supongo que debía ser la persona que buscaban porque estaban empecinados en encontrar a un tal Molina, que resulto ser la mujer que subio a ultimo momento y que aparentemente conocia a Gustavo. Un detalle era que estaba muy bien vestida, parecia toda una empresaria o una ejecutiva de alguna empresa extranjera…..pero habia huido luego de asesinar al compañero de Tripa.
Honorio escuchaba, y trataba de atar cabos……por instinto le pregunto tanto a Ana como a Ignacio, sino recordaban algo mas, algo que le pudiera ayudar a encontrar algun cabo que lo llevara a descifrar que diablos estaba pasando….Algo era seguro, que no era ya un tema de drogas, sino algo muy importante, peligroso o comprometedor, para que ya hubiese 5 muertos y que dos sean delicuentes….ajustes de cuentas…tal vez, pero no seguro.
El ruido del helicóptero cada vez se escuchaba mas cerca, y era que este estaba buscando un lugar para aterrizar, hecho que consiguió a menos de 130 metros de donde estaban.
Del mismo bajaron 3 hombres, y se dirigieron directamente a Honorio Blanco….que paso aca….y además no esta Ud. Fuera de jurisdicción….Honorio los miro, en un segundo se dio cuenta que estos 3 individuos a pesar de no tener identificación alguna pertenecían a lo que la jerga comun se denomina los servicios…..el mismo lugar donde tenia su contacto.
Es cierto, estoy fuera de jurisdicción, pero soy policía y como tal en caso de emergencia me muevo…..llegue hasta aca por culpa de un cadáver y dos motocicletas abandonadas, mis colegas de la federal tenían cosas mas importantes que hacer, total a quien le importa un viejo muerto y un minibus desaparecido en medio de tanto caos, ademas Ud. Sabe muy bien que la metropolitana puede recorrer esta zona, luego de lo que ocurrió con el parque indoamericano, el año pasado…y después de todo, porque tengo que darle explicaciones a gente que no se quien son, a que vinieron y que quieren….o Uds. también están fuera de jurisdicción….dijo esto con una leve ironía, que fue captada al unísono por varios de los presentes,
El que parecia ser el jefe de los 3,.lo llevo a aparte Honorio, y el dijo,,, Mire Blanco, sabemos perfectamente quien es Ud.. lo que hizo en el pasado y como fue castigado.
Por lo tano le pido discreción. Estamos detrás de la pista de una fuga de documentación muy importante, y uno de nuestro agentes nos informo que hoy se iba a realizar una entrega, teniamos el nombre y la forma del viaje, pero parece que alguien se nos adelanto, con lo cual habra que hacer una auditoria en nuestra filas, para averiguar quien es el buchon y a que intereses sirve……Honorio escuchaba y cuanto termino la frase, se pregunto para si, y estos tipos a que intereses sirven……..
Cuando el vehiculo con los pasajeros, se detuvo al costado del patrullero, todos los que venian en el minibus, respiraron aliviados y tanto Honorio como su ayudante, miraban la escena entre impavidos y curiosos, para saber que diablos estaba pasando. El primero en bajar fue Gustavo, seguido de Ignacio, Ana, Medina, y el muchachote, el resto se limito a observar…..todos querian hablar al mismo tiempo, sin embargo se callaron cuando Ignacio le entrego a Honorio, las armas de los delicuentes…con un comentario…..solo la usamos un vez y fue por error y este Sr. le metio un tiro en pierna al que esta tirado ahí,…..que por lo que veo esta tan quieto como el otro.
Honorio noto tanto en la forma de hablar como en el porte, que en algun tiempo debio pertenecer a la fuerza…y no estaba equivocado…..
Bien dijo, esperamos a la ambulancia y después vamos todos a la seccional…..están todos o faltan algunos…pregunto……Ana fue la unica que respondio : a un señor mayor lo mataron cuando los delincuentes subieron a micro, a la pareja que esta alla, la mato el que se hacia llamar Tripa cuando bajaban y una mujer que fue la que disparo y mato al flaquito, salio huyendo en dirección a la autopista.
Supongo que debía ser la persona que buscaban porque estaban empecinados en encontrar a un tal Molina, que resulto ser la mujer que subio a ultimo momento y que aparentemente conocia a Gustavo. Un detalle era que estaba muy bien vestida, parecia toda una empresaria o una ejecutiva de alguna empresa extranjera…..pero habia huido luego de asesinar al compañero de Tripa.
Honorio escuchaba, y trataba de atar cabos……por instinto le pregunto tanto a Ana como a Ignacio, sino recordaban algo mas, algo que le pudiera ayudar a encontrar algun cabo que lo llevara a descifrar que diablos estaba pasando….Algo era seguro, que no era ya un tema de drogas, sino algo muy importante, peligroso o comprometedor, para que ya hubiese 5 muertos y que dos sean delicuentes….ajustes de cuentas…tal vez, pero no seguro.
El ruido del helicóptero cada vez se escuchaba mas cerca, y era que este estaba buscando un lugar para aterrizar, hecho que consiguió a menos de 130 metros de donde estaban.
Del mismo bajaron 3 hombres, y se dirigieron directamente a Honorio Blanco….que paso aca….y además no esta Ud. Fuera de jurisdicción….Honorio los miro, en un segundo se dio cuenta que estos 3 individuos a pesar de no tener identificación alguna pertenecían a lo que la jerga comun se denomina los servicios…..el mismo lugar donde tenia su contacto.
Es cierto, estoy fuera de jurisdicción, pero soy policía y como tal en caso de emergencia me muevo…..llegue hasta aca por culpa de un cadáver y dos motocicletas abandonadas, mis colegas de la federal tenían cosas mas importantes que hacer, total a quien le importa un viejo muerto y un minibus desaparecido en medio de tanto caos, ademas Ud. Sabe muy bien que la metropolitana puede recorrer esta zona, luego de lo que ocurrió con el parque indoamericano, el año pasado…y después de todo, porque tengo que darle explicaciones a gente que no se quien son, a que vinieron y que quieren….o Uds. también están fuera de jurisdicción….dijo esto con una leve ironía, que fue captada al unísono por varios de los presentes,
El que parecia ser el jefe de los 3,.lo llevo a aparte Honorio, y el dijo,,, Mire Blanco, sabemos perfectamente quien es Ud.. lo que hizo en el pasado y como fue castigado.
Por lo tano le pido discreción. Estamos detrás de la pista de una fuga de documentación muy importante, y uno de nuestro agentes nos informo que hoy se iba a realizar una entrega, teniamos el nombre y la forma del viaje, pero parece que alguien se nos adelanto, con lo cual habra que hacer una auditoria en nuestra filas, para averiguar quien es el buchon y a que intereses sirve……Honorio escuchaba y cuanto termino la frase, se pregunto para si, y estos tipos a que intereses sirven……..
El tipo que lo miraba fijamente a Honorio y hablaba de cuestiones jurisdiccionales, recordándole su pasado y que él personalmente había pagado muy caro, sin tomarla ni beberla. Recordarle la toma del Parque Indoamericano dirigida por punteros políticos le hizo hervir la sangre al viejo sabueso.
Y volvió a preguntarse a qué intereses representaban en realidad esos tipos. Para sus adentros se dijo que tanta transa, tanto escondido, tanta suciedad, le asqueaba. Todo eso, inevitablemente, traía solo corrupción.
El espionaje, el decir que se trabaja para uno y hacer lo mismo para el otro, sumando pagos importantes, era mafia, solo mafia y suciedad escondida bajo la alfombra. Las apariencias, las formas, las pseudo honestidad y en el fondo, bullendo los dimes y diretes, como un grano inmenso y purulento a punto de estallar.
Honorio sabía muy bien al igual que el tipo del helicóptero que se esperaba un dossier de más de 42 carillas que iban dirigidas directamente a la Vocalía Privada de la Corte Suprema de la Nación.
También , era un secreto a voces, que la amante expulsada de su rol de secretaria privada del extinto presidente, poseía en su poder un cuaderno que él mismo llevaba, de su puño y letra. ¿Hijos ilegítimos custodiados por gente que de la nada se acercó al poder y se les pegó como sanguijuelas? Sin duda. ¿Cuentas creadas en paraísos fiscales? Tal vez... Un pedido de exhumación del cadáver que nadie vio para certificar que tenía un tiro en la cabeza? El viento implacable de lejanas tierras barría las calles pero no acallaba rumores, allá bien lejos, donde pocos habitan pero donde todo o casi todo se sabe.
El tipo del helicóptero se puso muy agresivo y casi gritó: ¿Cómo puede ser posible que no logren describir a una pasajera y solo señalen con el dedo hacia donde se fue? ¿Qué más vieron? ¿ Qué más? Ya el tipo, gritaba abiertamente como un poseído.
Ana dijo: Cuando la sra salió corriendo, del costado del galpón, salió un hombre con aspecto de vagabundo y fue tras ella.
Ignacio, que estaba al lado, la codeó suavemente con una clara orden de que callara.
En ese momento llegaba la ambulancia de la Policía Científica.
El del helicóptero agregó: Vamos muchachos, que hay que rastrear a esta mina, que encima va armada y con el paquete que esperábamos y no se puede haber volatilizado.
Cuando las personas que iban casi llegando al helicóptero, Ana se dirigió a Honorio Blanco, en una voz apenas audible: Señor, la tal Molina llevaba algo que parecía una carpeta de cuero, con un cierre que estaba rematado por una especie de broche, que parecía de plata y redondo, con números romanos en el mismo. Recuerdo haber pensado que solo conociendo la clave o con una llave especial podría ser abierto.
Gustavo, asintió. Aún no se le había secado la sangre del que había ocupado su lugar, empapándole la camisa, al que ejecutó con tanta frialdad la supuesta Molina.Y agregó: yo a esta chica la conozco desde hace un año aproximadamente, es callada, siempre sube en el mismo lugar, parece enojada; reserva el lugar con el nombre de Clara y se baja en Avenida de Mayo. Otra cosa yo no sé, a veces estoy de licencia, quizás otro compañero mío pueda informar si regresa y dónde se baja al llegar a la ciudad. Quizás, en la agencia la conozcan mejor, no sé...
Ignacio observaba con atención la tarea que llevaba adelante la Policía Científica, se aventuró y con firmeza le dijo a Honorio Blanco:
Mire Comisario, yo creo que nosotros deberíamos salir de este pozo, cada cual a sus cosas y comprometernos a declarar cuando Ud lo estime. Miró a los pasajeros desencajados, y agregó, creo que lo vivido nos superó a todos.
Cercanamente se oía al helicóptero, sobrevolando los campos y el conglomerado de villas y monobloques amontonados.
Honorio, tomó un yuyo del lugar y poniéndoselo en la boca para chupar su savia, preguntó: ¿Uds se conocen entre sí? ¿Conocen a la pareja fallecida? ¿Al Sr de las rosas que murió primero? Todos, mortalmente pálidos dijeron que no con la cabeza.
Gustavo agregó que aún tenía en la camioneta la planilla con los nombres de todos los pasajeros, dónde subían pero sólo eran nombres de pila porque la agencia ni siquiera pedía documentos al solicitar el servicio.
Honorio bajó la cabeza y haciendo como un dibujo con su zapato les dijo:
Se van a ir pero todos me dejarán sus celulares y mañana a las 9 de la mañana los espero en la seccional de Lugano. En una bolsa de consorcio que les pidió a los de la Policía, la abrió y los pasajeros fueron depositando uno a uno los celulares y subiendo a la combi.
Blanco a modo de despedida les dijo: Olvidense del apellido Molina y de dar demasiados detalles de lo acontecido, recuerden que yo tengo información de los movimientos de cada uno acá y señaló la gran boca de la bolsa negra.
Gustavo, el último en subir, arrancó la camioneta y retomó el camino polvoriento, el helicóptero, cual un abejorro continúaba su vuelo en círculos.
El bip del equipo de radio volvió a sonar. Gustavo casi sin voz, respondió: Voy en camino, dejo pasajeros y sin detenerme, retomo el regreso a base. De un solo manotazo arrancó el cablerío que lo unía a toda comunicación con la agencia.
El tramo que faltaba recorrer una vez tomada la autopista, pareció transcurrir en un suspiro, nadie hablaba,ya una vez en la bajada de la Avenida 9 de Julio, se comenzaron a suceder los pedidos de descenso, cinco personas apretujándose por alcanzar la calle solicitaron San Juan, las chicas en Independencia, nadie bajó en Avenida de Mayo y el resto, Ignacio, Ana y el bocón de Medina descendieron en 9 de Julio y Diagonal.
Medina como un desaforado, sin medir que algún auto lo pudiera atropellar se zambulló en la boca de entrada al subterráneo, sin decir ni hasta luego.
Ignacio se preguntó qué haría Ana, mientras él caminaba en busca de un taxi.
Ana no se precipitó en acceder al subte, buscó una mesa sobre la vereda de Diagonal de un viejo bar y con un gesto que significaba "café", hizo su pedido al mozo que miraba por las ventanas mientras una llovizna tenue había comenzado a caer.
Al llevarle el café el mozo le preguntó amablemente si no prefería tomarlo adentro, al verla que Ana se dejaba mojar la cara, el pelo, la ropa... No, no, le respondió con una sonrisa Ana, Ud no se imagina lo bien que estoy! El mozo levantó los hombros y se retiró.
Lo que nadie sabía era que a Clara Gutiérrez o como se llamara y a su perseguidor, en esa loca carrera, habían sido tragados literalmente por un ojo de agua dejado por una antigua tosquera.
El secreto que contenía el dossier algún día, tal vez algún día, sería develado_______
FIN ESTIMADÍSIMOS AMIGOS!
Y volvió a preguntarse a qué intereses representaban en realidad esos tipos. Para sus adentros se dijo que tanta transa, tanto escondido, tanta suciedad, le asqueaba. Todo eso, inevitablemente, traía solo corrupción.
El espionaje, el decir que se trabaja para uno y hacer lo mismo para el otro, sumando pagos importantes, era mafia, solo mafia y suciedad escondida bajo la alfombra. Las apariencias, las formas, las pseudo honestidad y en el fondo, bullendo los dimes y diretes, como un grano inmenso y purulento a punto de estallar.
Honorio sabía muy bien al igual que el tipo del helicóptero que se esperaba un dossier de más de 42 carillas que iban dirigidas directamente a la Vocalía Privada de la Corte Suprema de la Nación.
También , era un secreto a voces, que la amante expulsada de su rol de secretaria privada del extinto presidente, poseía en su poder un cuaderno que él mismo llevaba, de su puño y letra. ¿Hijos ilegítimos custodiados por gente que de la nada se acercó al poder y se les pegó como sanguijuelas? Sin duda. ¿Cuentas creadas en paraísos fiscales? Tal vez... Un pedido de exhumación del cadáver que nadie vio para certificar que tenía un tiro en la cabeza? El viento implacable de lejanas tierras barría las calles pero no acallaba rumores, allá bien lejos, donde pocos habitan pero donde todo o casi todo se sabe.
El tipo del helicóptero se puso muy agresivo y casi gritó: ¿Cómo puede ser posible que no logren describir a una pasajera y solo señalen con el dedo hacia donde se fue? ¿Qué más vieron? ¿ Qué más? Ya el tipo, gritaba abiertamente como un poseído.
Ana dijo: Cuando la sra salió corriendo, del costado del galpón, salió un hombre con aspecto de vagabundo y fue tras ella.
Ignacio, que estaba al lado, la codeó suavemente con una clara orden de que callara.
En ese momento llegaba la ambulancia de la Policía Científica.
El del helicóptero agregó: Vamos muchachos, que hay que rastrear a esta mina, que encima va armada y con el paquete que esperábamos y no se puede haber volatilizado.
Cuando las personas que iban casi llegando al helicóptero, Ana se dirigió a Honorio Blanco, en una voz apenas audible: Señor, la tal Molina llevaba algo que parecía una carpeta de cuero, con un cierre que estaba rematado por una especie de broche, que parecía de plata y redondo, con números romanos en el mismo. Recuerdo haber pensado que solo conociendo la clave o con una llave especial podría ser abierto.
Gustavo, asintió. Aún no se le había secado la sangre del que había ocupado su lugar, empapándole la camisa, al que ejecutó con tanta frialdad la supuesta Molina.Y agregó: yo a esta chica la conozco desde hace un año aproximadamente, es callada, siempre sube en el mismo lugar, parece enojada; reserva el lugar con el nombre de Clara y se baja en Avenida de Mayo. Otra cosa yo no sé, a veces estoy de licencia, quizás otro compañero mío pueda informar si regresa y dónde se baja al llegar a la ciudad. Quizás, en la agencia la conozcan mejor, no sé...
Ignacio observaba con atención la tarea que llevaba adelante la Policía Científica, se aventuró y con firmeza le dijo a Honorio Blanco:
Mire Comisario, yo creo que nosotros deberíamos salir de este pozo, cada cual a sus cosas y comprometernos a declarar cuando Ud lo estime. Miró a los pasajeros desencajados, y agregó, creo que lo vivido nos superó a todos.
Cercanamente se oía al helicóptero, sobrevolando los campos y el conglomerado de villas y monobloques amontonados.
Honorio, tomó un yuyo del lugar y poniéndoselo en la boca para chupar su savia, preguntó: ¿Uds se conocen entre sí? ¿Conocen a la pareja fallecida? ¿Al Sr de las rosas que murió primero? Todos, mortalmente pálidos dijeron que no con la cabeza.
Gustavo agregó que aún tenía en la camioneta la planilla con los nombres de todos los pasajeros, dónde subían pero sólo eran nombres de pila porque la agencia ni siquiera pedía documentos al solicitar el servicio.
Honorio bajó la cabeza y haciendo como un dibujo con su zapato les dijo:
Se van a ir pero todos me dejarán sus celulares y mañana a las 9 de la mañana los espero en la seccional de Lugano. En una bolsa de consorcio que les pidió a los de la Policía, la abrió y los pasajeros fueron depositando uno a uno los celulares y subiendo a la combi.
Blanco a modo de despedida les dijo: Olvidense del apellido Molina y de dar demasiados detalles de lo acontecido, recuerden que yo tengo información de los movimientos de cada uno acá y señaló la gran boca de la bolsa negra.
Gustavo, el último en subir, arrancó la camioneta y retomó el camino polvoriento, el helicóptero, cual un abejorro continúaba su vuelo en círculos.
El bip del equipo de radio volvió a sonar. Gustavo casi sin voz, respondió: Voy en camino, dejo pasajeros y sin detenerme, retomo el regreso a base. De un solo manotazo arrancó el cablerío que lo unía a toda comunicación con la agencia.
El tramo que faltaba recorrer una vez tomada la autopista, pareció transcurrir en un suspiro, nadie hablaba,ya una vez en la bajada de la Avenida 9 de Julio, se comenzaron a suceder los pedidos de descenso, cinco personas apretujándose por alcanzar la calle solicitaron San Juan, las chicas en Independencia, nadie bajó en Avenida de Mayo y el resto, Ignacio, Ana y el bocón de Medina descendieron en 9 de Julio y Diagonal.
Medina como un desaforado, sin medir que algún auto lo pudiera atropellar se zambulló en la boca de entrada al subterráneo, sin decir ni hasta luego.
Ignacio se preguntó qué haría Ana, mientras él caminaba en busca de un taxi.
Ana no se precipitó en acceder al subte, buscó una mesa sobre la vereda de Diagonal de un viejo bar y con un gesto que significaba "café", hizo su pedido al mozo que miraba por las ventanas mientras una llovizna tenue había comenzado a caer.
Al llevarle el café el mozo le preguntó amablemente si no prefería tomarlo adentro, al verla que Ana se dejaba mojar la cara, el pelo, la ropa... No, no, le respondió con una sonrisa Ana, Ud no se imagina lo bien que estoy! El mozo levantó los hombros y se retiró.
Lo que nadie sabía era que a Clara Gutiérrez o como se llamara y a su perseguidor, en esa loca carrera, habían sido tragados literalmente por un ojo de agua dejado por una antigua tosquera.
El secreto que contenía el dossier algún día, tal vez algún día, sería develado_______
FIN ESTIMADÍSIMOS AMIGOS!
brillante.....por ahi esta noche, cierto gordo medio deforme manda un equipo de camarografos del History Channel a la tosquera......jajajaja
EXCELENTE CIERRE, Cris...!!!!!
Un final impredecible... impecable...
La verdad, una làstima que el librito no haya caìdo en manos del gordito... jajajaja...
Se guarda y se espera el pròximo.
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