DE VIAJES, Y DOBLES?

No sé por qué raras casualidades durante mis adolescencia yo era elegida por mi padre para acompañarlo en viajes en tren, desde mi ciudad de origen hacia Buenos Aires.
Complejo de Edipo, (no diré de Electra, denostado por Freud),quizás por ser una buena compañera de equipo; estar junto a él mientras tenía que purgar los frenos de su viejo Chevrolet, escucharlo atentamente mientras me explicaba Física, o bien tapar la zanja del gas que se había abierto con motivo de la instalación del gas natural en casa.
Con él había aprendido "algo" de las constelaciones cuando con mi hermano nos quedábamos panza arriba en las noches serenas de los veranos cordilleranos tan solo "escuchando el silencio", sintiéndonos los dueños de un paraíso particular.
Con él hablaba de espíritus, de apariciones fantasmales, de voces de ultratumba, de casas embrujadas y cuando me veía con los ojos como plato bajaba los decibeles y hablábamos seriamente. Más tarde accedí a sus libros de Rampa que me prestó con la consabida recomendación de que los cuidara y se los devolviera impecables.
En uno de nuestros viajes en tren, íbamos a ver un terreno que mi padre había comprado  en Claromecó y saber, exactamente dónde estaba ubicado, previa visita a mi tío, su hermano mayor, radicado en Capital Federal desde muy joven.
Durante el viaje  yo iba anotando prolijamente todas las estaciones por las cuales parábamos y hacía una acotación marginal tipo de: "espantosa", "visitaré algún día", "cementerio y casas del mismo color", etc.
Y más tarde la tediosa pasada por el comedor donde inexorablemente servían pollo al horno con papas al natural. Obviamente, yo prefería comer algo de lo que ofrecían en el tren los vendedores que subían en cada estación tipo sándwiches o jugos pero bueno, eso no era considerado por mi papá.
Probablemente le parecía de mal gusto estar comiendo en el asiento del tren y no en el salón comedor, no lo sé porque nunca se lo pregunté pero sí sé que la gente de mi ciudad jamás comía por la calle como veo ahora gente de acá que sí lo hace! (Y arroja los desperdicios por las ventanillas de los autos y si van caminando, a la calle!)
Habíamos parado en la estación Olavarría, una parada por demás extensa y yo ya me había aburrido de mirar gente que recibía a familiares y a otros que se despedían, me había cansado de inventarles historias y realmente no veía las horas de llegar a estación Constitución donde seguramente estaría mi tío con mi prima; esa prima con la cual yo me llevaba extraordinariamente bien.
El tren había arrancado lentamente y yo tenía la ventanilla levantada, como dije, curioseando a la gente; en eso observo a un joven moreno, algo más grande que yo que corre enloquecido por el andén hasta mi ventanilla y grita extendiendo su mano hacia mí: "Cristina, volviste no te vuelvas a ir!!!!"
Mi padre al verme que había sacado la cabeza casi afuera de la ventanilla, me toma del brazo firmemente y me dice: "No te preocupes, es un loco, aventuró un nombre al azar".
Me queda en el recuerdo la fisonomía exacta de ese joven, su pantalón negro, sus zapatos, su camisa blanca, el brillo de su pelo, el color de su tez.
Y el recuerdo del temblor de mi mano entre las de mi padre, que no volvió a decir nada pero con su contacto me tranquilizaba.
La gente del vagón nuestro nos miró un instante quizás porque les llamó la atención el grito desesperado del muchacho y mi cara sorprendida; habrán pensado que iba con ese elegante papá en contra de mi voluntad, contrariando un amor, vaya uno a saber! Otra época, otra manera de viajar, de no preguntar a alguno de los pasajeros que habían subido en esa localidad si es que acaso  lo conocían al desesperado joven.
Más tarde en la localidad de Cañuelas, el tren se detuvo exactamente dos horas porque alegaban que se había comenzado a incendiar el vagón de cola.
En esa estación con mi padre bajamos, miramos la serenidad del campo, utilizamos como pudimos el bastante limpio sanitario, más allá de las escalinatas de la estación se veía un pueblo chato, con pocas viviendas bien campestres, carros, nadie subió allí. De esa localidad no registré nada en mi prolijo cuaderno, no sabía que muchísimos años más tarde estaría relacionada íntimamente a mi vida personal.
En Constitución nos esperaba mi puntual tío, con ojeras y cansado. Mi prima, a esa altura se había ligado 2 ó 3 cachetazos propinados por su padre, tenía la cara sucia con rastros de lagrimones.
Yo no veía las horas de encerrarme en el cuarto que compartiríamos y contarle mi historia de Olavarría.
Olavarría, sí, pasé varias veces en tren con mi padre en sucesivos viajes , pero lo hacíamos en pulman, los vidrios eran herméticos y jamás miré hacia el andén.
Pasé muchas veces por la ruta que conduce hacia Olavarría, en auto, con hijos, jamás fui a la estación.
Quizás hoy deambule por la estación un hombre de cabellos grises que a todas las señoras o chicas que ve cerca de la ventanilla, les vuelva a gritar lo mismo: "Cristina, volviste, no te vuelvas a ir!".
Hay una abismal diferencia el Ferrocarril Roca no funciona más. Hoy sale un tren diario de Olavarría y que pasa raudamente por mi localidad exactamente al mediodía, con escasos dos vagones, sucios y desmantelados. Obvio, no se detiene en la estación.

Tu relato, es bello e inquietante. 
Tiene como siempre, una riqueza descriptiva enorme, la cual deja entrever claramente, sentimientos y pensares de los protagonistas, al punto que uno asimila la historia, "como si hubiera estado ahí". 
Lo emocional, tiñe de manera sutil y permanente cada uno de tus escritos. Detalles "pequeños", nutren exquisitamente el relato, de principio a fin. 
En pocos renglones, pintas un mundo... 
Esta vez, se agrega un componente extra, que no solo genera intriga, sino conjeturas, por parte de quienes leen el relato, estoy segura... (en mi caso, tanto, que no pude abstraerme de buscar en la red. Si bien no hallé nada, estoy segura de que tal situación sucedió). 
Me equivoco...?
Gracias por compartirlo, Cris!!!

Querida amiga, como siempre excesivamente elogiosa, amorosa y dadivosa con quién escribe...  
Al final, debí agregar: verano de 1964, porque mientras escribía iba recordando una vieja fotografía mía (en blanco y negro) que mi papá me sacó en el medanal de Claromecó.
Las cosas sucedieron tal como las conté y al discurrir de las teclas, reviviendo el inmenso placer que sentía de compartir esos viajes con mi viejito...
Olavarría estará a 300 km aproximadamente de la ahora llamada CABA, y circulaba el tren de la línea Gral. Roca, que unía desde Zapala hasta Constitución.
Las playas de Claromecó son de un balneario muy al sur de la pcia de Buenos Aires, muy ventosa, de buena pesca, de lindísimas aguas vivas, y está muy cercana a la localidad de Tres Arroyos. De esa ciudad, hacia las ventosas playas fuimos en un destartalado micro que nos dejó finalmente en el arenal!!
Dónde estaban los habitantes de esa localidad? No lo sé! Pero el inicio de la temporada de pesca se anunciaba con bombas de estruendo y mi padre solo consiguió que por unas horas me destinaran el cuarto donde guardaban las escobas, los plumeros, donde había una escasísima camita de vaya a saber quién, ya que no habían habitaciones disponibles en todo el hotel.
Luego de una higiene a la española ( baño compartido, obviamente) y cambio de ropa, más tratar de peinarme las chuzas arremolinadas comimos unas exquisitas lasagnas caseras, que no olvido!
En el último colectivo destartalado nos fuimos de ese lugar, saboreando aún el gusto del mar.
Pero bueno, eso es otra historia!
Qué buscaste en Internet estimada curiosa? 

Me encantó el relato. Hermoso de principio a fin y muy intrigante. Me gustó mucho leerlo. Que hermosa manera de escribir!

Ves...?   
No soy la única que opina así. 
Lo que es, es...  
   
Un hermoso don, que estoy segura, has aplicado cuando ejercías la docencia. 
Y que en lo personal, te debe servir para hacer catarsis mas de una vez. 
Situación con doble beneficio: para vos y para los que disfrutamos leyendo tus escritos. 
Cada quien tiene el suyo. 
Me preguntas que fué lo que busqué? Pues al misterioso moreno que reclamaba tu permanencia... 
Nunca se sabe cuando aparece un personaje inolvidable   

Muchas gracias a las dos, no es pá tanto che!  
Y no encontraste nada de un loco que anduviera nombrando a las chicas del único tren que paraba en su ciudad?
Seguramente este es un trabajo de detective para...  Ni es necesario nombrarlo!!!
No es cierto amigas? 

El detective hoy falto, pero el viajero iletrado, no y este tiene bastante kilómetros a cuesta, con la premisa de viajar siempre a lugares distintos aunque parafraseando a cierto nefasto personaje....tengo mis dos lugares en el mundo....a los cuales me gusta retornar una y otra vez pero no en forma continua.  uno la puerta de entrada al cañón del Atuel, en la pcia. de Mendoza y el otro lugar es justamente Claromeco....he estado en diferentes épocas del año y recientemente en marzo del corriente..y te puedo asegurar que al igual que Cris....me preguntaba el pueblo donde esta.....casas vacías, poca gente, lugares cerrados y un paz inconmensurable, un lugar donde el viento te susurra al oído una letanía de médanos y olas, de playa y desierto, o de bosques encantados producto esto de la mano del hombre en su empeño en alterar la naturaleza., aunque a veces esta se toma revancha como los colosales incendios que azotaron la estación forestal, conocida por los lugareños como "el vivero" y dejaron un cuadro dantesco.

Con respecto a tu recuerdo, bien pudo o puede ser un mensaje del presente, asi como tambien una variante de lo que se cuenta en Caballo de Troya..(?)   bueno si no lo leyeron, no se los pienso contar.... 

Dale no seas malo, contá!
Mi profe de Historia se debe estar retorciendo en la tumba porque del Caballo de Troya, solo me acuerdo que era un caballo de madera lleno de soldados para invadir otro reino!

Y Ud., señor Micifuz cuando se pone a escribir también lo hace bonito. Maravillosa tu descripción de Claromecó!