Antes de anoche nos encontrábamos con Jorge en la cocina, charlando en una bochornosa noche de calor, terminando de cenar y con la puerta abierta de la cocina, que da al garage. Fiona, nuestra perra, asomaba parte de su cuerpo con serias intenciones de entrar y acostarse sobre la frescura del piso de la cocina que no habían recibido el calor del día como el del garage. En éso estábamos, mientras discurría un programa de tinte político, de a ratos nos arrancaba una mala palabra y de un tema que es vox populi por las atrocidades que va cometiendo nuestro gobierno y nos las tenemos que "comer", porque ella solo sale en cadena nacional para comentar cosas que no son ciertas, en un tono payasesco que no le queda nada bien, mientras un séquito de reídores y aplaudidores le hacen coro a sus estupideces.

De pronto Fiona ladra, de ésa forma única y especial, casi en un aullido que tiene para indicarnos que algo pasa en realidad. Jorge prestamente atraviesa el garage y se dirige hacia la reja de la casa. Observa como un melenudo flaco sale caminando presuroso mientras otro cae sobre la vereda, quedando boca arriba con los brazos en cruz.

Jorge sin vacilar toma el teléfono y llama al 911. Indicándole dónde se encontraba la persona, mientras ve que una pareja que pasaba por el lugar, lo levanta al supuesto desvanecido y lo apoya sobre la reja de la vecina nuestra, la persona vuelve a caer y queda otra vez boca arriba, tendido cuan largo es y con los brazos extendidos.

En eso se acerca el flaco melenudo que lo acompañaba y le dice a Jorge: No sé qué le pasó, veníamos caminando y se cayó. El tipo se da media vuelta al escuchar que habíamos llamado a la ambulancia y desaparece. Menos mal que no le dijimos " a la Policía".

Las dudas existenciales, si estaba borracho, drogado, si era un simulacro para que efectivamente abríeramos la casa y lo ayudáramos y así efectivamente poder entrar, si estaba convulsionando... Yo mientras tanto buscando la forma de ubicar el teléfono del hospital puesto que no lo tengo. La policía para ésto nada...

Llamar a la vecina para que no se asuste (tiene el marido internado bastante grave) y permanece sola en su casa.

Esta vez soy yo la que llama por segunda vez al 911, me atiende una señorita, me pide dirección nuevamente, entre qué calles, y mi nombre, agregando: "Está consciente?" Le digo que me parece que no, le pregunto si desea que le de mi Nº de DNI pero me corta.

Otra media hora más... Al rato Jorge lo ve levantarse y caminar, tambaleando por las veredas, saliendo de éstas llegando por momentos a la avenida sumamente peligrosa puesto que a esa hora los semáforos quedan en forma intermitente y es verdaderamente una pista de carreras en horas nocturnas. Evidentemente está alcoholizado o quizás drogado.

Yo sigo buscando que me atiendan en algún teléfono del hospital, no hay ambulancias disponibles, y contestaciones secas, donde te dejan con la palabra en la boca.

Todas las luces de la casa encendida, persianas abiertas, Fiona no ladra ni se mueve más, utilizando completamente el piso de la cocina fresco, la calle silenciosa salvo algún auto o moto que pasa descontroladamente.

El muchacho que cayó sobre la vereda desaparece de nuestra vista al igual que la ilusión de la policía que nunca se dignó a venir.

Cerramos las persianas, apagamos las luces, la despedimos a Fiona y nos vamos a dormir. Rápidamente lo oí a Jorge que roncaba despacito, sumido en el cansancio. Reconozco que yo tardé mucho más en dormir, a cada instante aguzaba el oído para ver si algún auto se detenía, pero no!

Me parece que nunca más llamaré al 911, estoy segura de que jamás vendrán!