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UNA INFIDELIDAD HISTÓRICA
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14082012
UNA INFIDELIDAD HISTÓRICA
DAMASITA BOEDO Y JUAN GALO DE LAVALLE
Después de la derrota sufrida en Famaillá el 19 de septiembre de 1841, el general don Juan Lavalle mandó ensillar, y con los 200 hombres que le quedaban se retiró hacia Jujuy.
Al llegar a Salta conoció a Damasita Boedo, hermana del coronel Boedo, una hermosa joven rubia, de ojos azules, que no llegaba a los 25 años de edad, y, enamorado de ella, se la llevó en su retirada.
En la madrugada del 7 de octubre hizo alto sobre el río Sauce, desde donde destacó al comandante don Pedro Lacasa hacia Jujuy, llegando él ese mismo día por la noche. En Jujuy encontró que las autoridades habían fugado hacia la quebrada de Humahuaca, dejando acéfalo el gobierno.
A las 02.00 horas del día 8, el general Lavalle hizo acampar a sus tropas en unos potreros de alfalfa en los suburbios de la ciudad, en el lugar llamado La Tablada.
El general llegó enfermo, después de una marcha de dieciocho leguas en quince horas al tranco, los disgustos del día y el abatimiento que se había apoderado de su espíritu al ver derrumbarse todas las posibilidades de seguir la lucha.
Ocupó una casa en la ciudad en la que había estado alojado el doctor don Elías Bedoya, en calidad de enviado del general la noche del 8 de octubre, con su secretario don Félix Frías, el teniente don Celedonio Álvarez con ocho hombres de su escolta y su ayudante Lacasa, que era ese día el edecán de servicio; por supuesto que también iba Damasita con el general.
En medio del profundo silencio de la noche comenzó a despuntar el alba del sábado 9 de octubre de 1841. En la madrugada trágica, una partida federal con unos 30 hombres, al mando del teniente coronel Fortunato Blanco, llegó al paso de sus cabalgaduras cerca de la casa donde se alojaba Lavalle.
Al ruido, salió Damasita, e interrogada por el paradero de Lavalle, contestó que, efectivamente, habíase alojado allí, más que, en ese momento, se encontraba en el campo de La Tablada.
Cerróse la puerta de calle enseguida; Lacasa, que se hallaba durmiendo en la habitación de enfrente, ala derecha, en compañía de Félix Frías, se despertó y prestamente salió al zaguán, y por la puerta que no se había cerrado todavía alcanzó a divisar una partida de federales.
Rápidamente dio la voz de:
–¡A las armas!
Las huestes enemigas parecían completamente desorientadas y no aprovecharon la circunstancia favorable de hallarse abierta la puerta de calle.
Ignoraban, por otra parte, que en ella se encontraba el general Lavalle. Lacasa hizo poner de pie a los soldados que se encontraban en el patio y corriendo al fondo de la casa se dirigió al general para pedirle órdenes. No era Lavalle un hombre de intimidarse lo más mínimo por este suceso, y antes de tomar medidas, inquirió:
–¿Qué clase de enemigos son?
–Son paisanos –respondió Lacasa.
–¿Como cuántos?
–Veinte o treinta.
–No hay cuidado entonces; vaya usted, cierre la puerta y mande ensillar, que ahora nos hemos de abrir paso.
La puerta de calle fue cerrada con precipitación, lo que produjo aún mayor recelo en la fuerza enemiga, que viendo en ello una señal de resistencia, decidió echarla abajo por algún procedimiento.
Lavalle salió al segundo patio cubierto con una bufanda de vicuña, dado lo temprano de la hora y estado de salud. De valor personal, temerario y de acuerdo a su costumbre, no es extraño que se presentara en el momento de peligro sin ceñir su espada.
El acero que lo acompañó en las guerras de la independencia lo extravió su asistente en la batalla de Famaillá, por lo cual su secretario le obsequió una espada que fue la que le acompañó hasta su muerte.
Quería disponerlo todo por sí mismo con su arrojo y su intrepidez ante el peligro.
Pero ahora no se trataba de combatir con 97 granaderos contra 500 soldados enemigos, como en Río Bamba, o 100 contra 300, como en Pasco; ahora era una escaramuza, una especie de búsqueda policial inquiriendo de qué se trataba.
Al llegar a la siguiente puerta, que estaba cerrada, el general observó la partida por el ojo de la cerradura; en ese momento sonó un balazo..., luego dos más, tirados contra la fuerte y tosca puerta de cedro que guardaba la entrada principal de la casa. Este fuego sin dirección, hecho por la patrulla federal contra la casa, tuvo una virtud que ellos no soñaron. Una de las balas penetró por la cerradura e hirió mortalmente al general Lavalle, quien se dobló hacia adelante. La bala, que luego conservaría el general don Bartolomé Mitre como una reliquia, se alojó en su garganta.
La herida era mortal. El general cayó cerca del zaguán. Su sangre, que manaba en abundancia, empapó su bufanda de vicuña.
El autor de su muerte era un mulato llamado José Bracho, quien luego habría de conocerse entre algunos federales como el "héroe de la cerradura".
Lacasa, que había precedido a su jefe penetrando en la habitación, salió precipitadamente y encontró a Lavalle en el suelo en los estertores de la agonía. Luego quedó inmóvil, con los ojos abiertos hacia la puerta del zaguán que habría de ser famosa, y por donde su arrojo había pensado buscar la libertad en una arremetida audaz.
Nada podía ser más inesperado que el trágico fin del jefe que los había llevado a tantas batallas.
Algunos corrieron a incorporarse al grueso de las fuerzas que no lejos de allí estaban al mando de Pedernera, quien desde aquel momento tuvo que asumir el mando de las huestes, cada vez más diezmadas.
Estando en los preparativos para continuar la retirada, con el cadáver del general, se presentó Damasita al general don Juan Esteban Pedernera, quien al verla le dijo:
–Mire usted, Damasita: el general ya ha muerto; me parece por lo mismo que su presencia aquí ya no tiene objeto. Seguramente que usted desea volver al seno de su familia, y si esto es así, le haré dar todos los recursos necesarios para que usted regrese a su casa.
Pero ella, que era de un alma entera, replicó con admirable entereza:
–Señor general: cuando una joven de mi clase pierde una vez su honra, no puede volver jamás a su país. Prepáreme usted una mula para seguir yo también adelante, y vivir y morir como Dios me ayude.
En casa del general don Juan Gregorio de Las Heras, a los pocos días de la muerte del general Lavalle, se hallaban reunidos el general Deheza, el coronel De la Plaza y el general don Mariano Necochea. Al tener conocimiento de la tragedia, el último dijo:
–¡Pobre Juan! Los malos ejemplos de don Simón le habían trastornado la cabeza.
–El terreno estaba bien preparado –agregó otro de los presentes.
El cadáver permaneció bastante tiempo tirado en el suelo, hasta que el general Pedernera dispuso que fuese levantado.
Así cayó el bravo general don Juan Galo de Lavalle, el héroe de Río Bamba, el magnífico soldado de Nazca, el rey de los arenales de Moquehuá.
Su cuerpo inanimado fue colocado en su hermoso tordillo y la caravana triste y silenciosa comenzó su santa peregrinación hacia la catedral de Potosí, tras el jefe muerto, puesto a la vanguardia para evitar que cayese en poder de las fuerzas de Oribe, que lo ansiaban tenazmente para llevar su cabeza a Rosas.
A veinticuatro leguas de Jujuy, como la descomposición del cadáver del general dificultaba la marcha, dispusieron descarnarlo, y el coronel don Alejandro Danel practicó esta penosa operación.
Con el propósito de disecar mejor los huesos, fueron tendidos al sol sobre el techo de un rancho. Inesperadamente un cóndor descendió vertiginosamente de las nubes y apoderándose del cúbito del brazo derecho de Lavalle, remontó a las alturas.
Aquel cóndor, expresión de gallardía y fiereza de esos inmensos dominios solitarios y agrestes de la montaña y el espacio, tal vez quiso levantar en alto llevando y mostrando como trofeo el hercúleo brazo sableador del ínclito granadero de San Martín.
La caravana hizo 163 leguas. El 22 de octubre de 1841, a las 21:00, llegó a Potosí, siendo recibida por el presidente de Bolivia, quien dispuso que los restos del general Lavalle fueran depositados en la Catedral.
Damasita Boedo marchó con la caravana a Bolivia; llegó a Chuquisaca, y allí volviéronse locos los coyas más engreídos y retobados de amor por ella, y, conocedores de la aventura de que había sido objeto y por quien ahora peregrinaba sola en el extranjero, pretendieron reemplazar a Lavalle en la posesión de tan peregrina beldad. Pero no pudieron. La joven no había nacido para los coyas.
Un chileno cargó al fin con ella. Era Billinghurst, ministro plenipotenciario de Chile. Bajo su amparo pasó a Chile, donde vivió con el lujo y la holgura que le prodigaba su generoso amante; y lo que fue más tachable en ella es que regresó a Salta, punto de la tierra donde tan bizarramente había protestado ante el cuerpo del general Lavalle no volver jamás por culpa del muerto y causa de su deshonra.
Pero abandonó su juveni1 rubor, volvió a la tierra de los suyos, que había hecho votos de no volver; deslumbró e incitó la envidia por sus trajes riquísimos y sus chales de seda con que se paseó por las calles, se zarandeó por paseos y se arrodilló en los templos, resplandeciendo todavía al lado de sus sedas y sus joya su amabilísima hermosura.
Volvió a Chile, donde murió.
En 1858, los restos del general Lavalle fueron trasladados a la Capital, y actualmente descansan en el cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires, y el epitafio de su tumba encierra el postrer y eterno homenaje del pueblo argentino:
"Granadero: vela su sueño y si despierta dile que su Patria lo admira.
Después de la derrota sufrida en Famaillá el 19 de septiembre de 1841, el general don Juan Lavalle mandó ensillar, y con los 200 hombres que le quedaban se retiró hacia Jujuy.
Al llegar a Salta conoció a Damasita Boedo, hermana del coronel Boedo, una hermosa joven rubia, de ojos azules, que no llegaba a los 25 años de edad, y, enamorado de ella, se la llevó en su retirada.
En la madrugada del 7 de octubre hizo alto sobre el río Sauce, desde donde destacó al comandante don Pedro Lacasa hacia Jujuy, llegando él ese mismo día por la noche. En Jujuy encontró que las autoridades habían fugado hacia la quebrada de Humahuaca, dejando acéfalo el gobierno.
A las 02.00 horas del día 8, el general Lavalle hizo acampar a sus tropas en unos potreros de alfalfa en los suburbios de la ciudad, en el lugar llamado La Tablada.
El general llegó enfermo, después de una marcha de dieciocho leguas en quince horas al tranco, los disgustos del día y el abatimiento que se había apoderado de su espíritu al ver derrumbarse todas las posibilidades de seguir la lucha.
Ocupó una casa en la ciudad en la que había estado alojado el doctor don Elías Bedoya, en calidad de enviado del general la noche del 8 de octubre, con su secretario don Félix Frías, el teniente don Celedonio Álvarez con ocho hombres de su escolta y su ayudante Lacasa, que era ese día el edecán de servicio; por supuesto que también iba Damasita con el general.
En medio del profundo silencio de la noche comenzó a despuntar el alba del sábado 9 de octubre de 1841. En la madrugada trágica, una partida federal con unos 30 hombres, al mando del teniente coronel Fortunato Blanco, llegó al paso de sus cabalgaduras cerca de la casa donde se alojaba Lavalle.
Al ruido, salió Damasita, e interrogada por el paradero de Lavalle, contestó que, efectivamente, habíase alojado allí, más que, en ese momento, se encontraba en el campo de La Tablada.
Cerróse la puerta de calle enseguida; Lacasa, que se hallaba durmiendo en la habitación de enfrente, ala derecha, en compañía de Félix Frías, se despertó y prestamente salió al zaguán, y por la puerta que no se había cerrado todavía alcanzó a divisar una partida de federales.
Rápidamente dio la voz de:
–¡A las armas!
Las huestes enemigas parecían completamente desorientadas y no aprovecharon la circunstancia favorable de hallarse abierta la puerta de calle.
Ignoraban, por otra parte, que en ella se encontraba el general Lavalle. Lacasa hizo poner de pie a los soldados que se encontraban en el patio y corriendo al fondo de la casa se dirigió al general para pedirle órdenes. No era Lavalle un hombre de intimidarse lo más mínimo por este suceso, y antes de tomar medidas, inquirió:
–¿Qué clase de enemigos son?
–Son paisanos –respondió Lacasa.
–¿Como cuántos?
–Veinte o treinta.
–No hay cuidado entonces; vaya usted, cierre la puerta y mande ensillar, que ahora nos hemos de abrir paso.
La puerta de calle fue cerrada con precipitación, lo que produjo aún mayor recelo en la fuerza enemiga, que viendo en ello una señal de resistencia, decidió echarla abajo por algún procedimiento.
Lavalle salió al segundo patio cubierto con una bufanda de vicuña, dado lo temprano de la hora y estado de salud. De valor personal, temerario y de acuerdo a su costumbre, no es extraño que se presentara en el momento de peligro sin ceñir su espada.
El acero que lo acompañó en las guerras de la independencia lo extravió su asistente en la batalla de Famaillá, por lo cual su secretario le obsequió una espada que fue la que le acompañó hasta su muerte.
Quería disponerlo todo por sí mismo con su arrojo y su intrepidez ante el peligro.
Pero ahora no se trataba de combatir con 97 granaderos contra 500 soldados enemigos, como en Río Bamba, o 100 contra 300, como en Pasco; ahora era una escaramuza, una especie de búsqueda policial inquiriendo de qué se trataba.
Al llegar a la siguiente puerta, que estaba cerrada, el general observó la partida por el ojo de la cerradura; en ese momento sonó un balazo..., luego dos más, tirados contra la fuerte y tosca puerta de cedro que guardaba la entrada principal de la casa. Este fuego sin dirección, hecho por la patrulla federal contra la casa, tuvo una virtud que ellos no soñaron. Una de las balas penetró por la cerradura e hirió mortalmente al general Lavalle, quien se dobló hacia adelante. La bala, que luego conservaría el general don Bartolomé Mitre como una reliquia, se alojó en su garganta.
La herida era mortal. El general cayó cerca del zaguán. Su sangre, que manaba en abundancia, empapó su bufanda de vicuña.
El autor de su muerte era un mulato llamado José Bracho, quien luego habría de conocerse entre algunos federales como el "héroe de la cerradura".
Lacasa, que había precedido a su jefe penetrando en la habitación, salió precipitadamente y encontró a Lavalle en el suelo en los estertores de la agonía. Luego quedó inmóvil, con los ojos abiertos hacia la puerta del zaguán que habría de ser famosa, y por donde su arrojo había pensado buscar la libertad en una arremetida audaz.
Nada podía ser más inesperado que el trágico fin del jefe que los había llevado a tantas batallas.
Algunos corrieron a incorporarse al grueso de las fuerzas que no lejos de allí estaban al mando de Pedernera, quien desde aquel momento tuvo que asumir el mando de las huestes, cada vez más diezmadas.
Estando en los preparativos para continuar la retirada, con el cadáver del general, se presentó Damasita al general don Juan Esteban Pedernera, quien al verla le dijo:
–Mire usted, Damasita: el general ya ha muerto; me parece por lo mismo que su presencia aquí ya no tiene objeto. Seguramente que usted desea volver al seno de su familia, y si esto es así, le haré dar todos los recursos necesarios para que usted regrese a su casa.
Pero ella, que era de un alma entera, replicó con admirable entereza:
–Señor general: cuando una joven de mi clase pierde una vez su honra, no puede volver jamás a su país. Prepáreme usted una mula para seguir yo también adelante, y vivir y morir como Dios me ayude.
En casa del general don Juan Gregorio de Las Heras, a los pocos días de la muerte del general Lavalle, se hallaban reunidos el general Deheza, el coronel De la Plaza y el general don Mariano Necochea. Al tener conocimiento de la tragedia, el último dijo:
–¡Pobre Juan! Los malos ejemplos de don Simón le habían trastornado la cabeza.
–El terreno estaba bien preparado –agregó otro de los presentes.
El cadáver permaneció bastante tiempo tirado en el suelo, hasta que el general Pedernera dispuso que fuese levantado.
Así cayó el bravo general don Juan Galo de Lavalle, el héroe de Río Bamba, el magnífico soldado de Nazca, el rey de los arenales de Moquehuá.
Su cuerpo inanimado fue colocado en su hermoso tordillo y la caravana triste y silenciosa comenzó su santa peregrinación hacia la catedral de Potosí, tras el jefe muerto, puesto a la vanguardia para evitar que cayese en poder de las fuerzas de Oribe, que lo ansiaban tenazmente para llevar su cabeza a Rosas.
A veinticuatro leguas de Jujuy, como la descomposición del cadáver del general dificultaba la marcha, dispusieron descarnarlo, y el coronel don Alejandro Danel practicó esta penosa operación.
Con el propósito de disecar mejor los huesos, fueron tendidos al sol sobre el techo de un rancho. Inesperadamente un cóndor descendió vertiginosamente de las nubes y apoderándose del cúbito del brazo derecho de Lavalle, remontó a las alturas.
Aquel cóndor, expresión de gallardía y fiereza de esos inmensos dominios solitarios y agrestes de la montaña y el espacio, tal vez quiso levantar en alto llevando y mostrando como trofeo el hercúleo brazo sableador del ínclito granadero de San Martín.
La caravana hizo 163 leguas. El 22 de octubre de 1841, a las 21:00, llegó a Potosí, siendo recibida por el presidente de Bolivia, quien dispuso que los restos del general Lavalle fueran depositados en la Catedral.
Damasita Boedo marchó con la caravana a Bolivia; llegó a Chuquisaca, y allí volviéronse locos los coyas más engreídos y retobados de amor por ella, y, conocedores de la aventura de que había sido objeto y por quien ahora peregrinaba sola en el extranjero, pretendieron reemplazar a Lavalle en la posesión de tan peregrina beldad. Pero no pudieron. La joven no había nacido para los coyas.
Un chileno cargó al fin con ella. Era Billinghurst, ministro plenipotenciario de Chile. Bajo su amparo pasó a Chile, donde vivió con el lujo y la holgura que le prodigaba su generoso amante; y lo que fue más tachable en ella es que regresó a Salta, punto de la tierra donde tan bizarramente había protestado ante el cuerpo del general Lavalle no volver jamás por culpa del muerto y causa de su deshonra.
Pero abandonó su juveni1 rubor, volvió a la tierra de los suyos, que había hecho votos de no volver; deslumbró e incitó la envidia por sus trajes riquísimos y sus chales de seda con que se paseó por las calles, se zarandeó por paseos y se arrodilló en los templos, resplandeciendo todavía al lado de sus sedas y sus joya su amabilísima hermosura.
Volvió a Chile, donde murió.
En 1858, los restos del general Lavalle fueron trasladados a la Capital, y actualmente descansan en el cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires, y el epitafio de su tumba encierra el postrer y eterno homenaje del pueblo argentino:
"Granadero: vela su sueño y si despierta dile que su Patria lo admira.
Gatofidio- Moderadores
- Mensajes : 1711
Fecha de inscripción : 07/04/2011
Edad : 71
UNA INFIDELIDAD HISTÓRICA :: Comentarios
Muy interesante el post Luis.
Por una sola vez (creo que fue suficiente) tuve oportunidad de visitar el cementerio de La Recoleta y estuve frente a la hermosa puerta donde se guardan lo que quedó del cadáver de Lavalle. Realmente impresionante! A pocos metros se encuentra la tumba de Dorrego, sin tanta puerta importante (creo que es de mármol)
Y como siempre me quedé pensando en esta división que tenemos los argentinos con respecto a Rosas.
Luego de la muerte de Dorrego, del que fue causante directo Lavalle, éste arrepentido jura sobre su espada que mientras viva atenderá las necesidades económicas de los descendientes de Dorrego. Hecho que no me consta pero en todo lo que se puede leer de Lavalle está siempre su arrepentimiento, considerando que la muerte de éste había sido injusta y él demasiado influenciable con los pedidos. Entre ellos lo de Viale del Carril. Es muy graciosa ver la tumba de este señor con el busto de la esposa dándole la espalda, tal cual fue su deseo ya que su marido, le había hecho cortar todos los créditos en la ciudad, acusándola de gastadora. Doña Viale Del Carril no le perdonó nunca este hecho ni le dirigió más la palabra, dejando bien claro en su testamento que habiendo muerto su esposo su busto debía dar la espalda al mismo. Enojados hasta la muerte! Jajajajaja
Y da las casualidades que en la mayoría de los pueblos o ciudades hay siempre calles llamadas Lavalle y Dorrego e invariablemente corren PARALELAS! Esto pasa por mi ciudad, siendo la calle Dorrego una calle donde se ubica lo que pretenciosamente llaman el "polo gastronómico" por su cantidad de restós y heladerías; en cambio, Lavalle es tan solo una calle más, sin ningún negocio importante, solo casas.
Damasita Boedo a mi entender estaba en el lugar equivocado, o mejor dicho no debía estar allí en ese lugar por estar Lavalle casado (muchos historiadores ni la mencionan) y hay demasiadas controversias al respecto. Como la historia la escriben los hombres, a veces, se cometen excesos o algunas mentirillas. Algunos dicen que sólo la unió a Lavalle el hecho de una venganza debido a que Juan Lavalle había matado a su hermano, otros dicen que a un primo y tío. Vaya a saber uno! Lo que es cierto, que la venganza tuvo su lindo desarrollo entre las sábanas.(Lavalle "le dio masita" diría un adolescente)
Que era bella y joven, no discrepa nadie con eso, muy rubia, de ojos azules y con una hermosa cabellera pero ya ves, como rápidamente encuentra reemplazo en quién le ofrece cobijo, como es el caso de Billinghurst; con el cual no tiene descendencia, solo goza de su bienestar social que rápidamente la catapulta nuevamente a un lugar importante en la sociedad y regresar a su lugar de origen.
También hay discrepancia en el lugar de la muerte de Damasita y de sí es cierto que acompañó el corazón de Lavalle o lo que quedaba de él.
Infidelidades en nuestra historia hay un montón, esta bastante desconocida, salvo para las zonzas como yo a la cual le gusta mucho la historia y los hechos recónditos que nadie menciona, como si hacerlo no habláramos de personas públicas,que hicieron algo por la Patria, buena gente,como digo siempre, con sus claros y oscuros, que todos los tenemos!
Gracias por el posteo Luis, siempre es un placer que yo pueda salir a bla-blá!
Por una sola vez (creo que fue suficiente) tuve oportunidad de visitar el cementerio de La Recoleta y estuve frente a la hermosa puerta donde se guardan lo que quedó del cadáver de Lavalle. Realmente impresionante! A pocos metros se encuentra la tumba de Dorrego, sin tanta puerta importante (creo que es de mármol)
Y como siempre me quedé pensando en esta división que tenemos los argentinos con respecto a Rosas.
Luego de la muerte de Dorrego, del que fue causante directo Lavalle, éste arrepentido jura sobre su espada que mientras viva atenderá las necesidades económicas de los descendientes de Dorrego. Hecho que no me consta pero en todo lo que se puede leer de Lavalle está siempre su arrepentimiento, considerando que la muerte de éste había sido injusta y él demasiado influenciable con los pedidos. Entre ellos lo de Viale del Carril. Es muy graciosa ver la tumba de este señor con el busto de la esposa dándole la espalda, tal cual fue su deseo ya que su marido, le había hecho cortar todos los créditos en la ciudad, acusándola de gastadora. Doña Viale Del Carril no le perdonó nunca este hecho ni le dirigió más la palabra, dejando bien claro en su testamento que habiendo muerto su esposo su busto debía dar la espalda al mismo. Enojados hasta la muerte! Jajajajaja
Y da las casualidades que en la mayoría de los pueblos o ciudades hay siempre calles llamadas Lavalle y Dorrego e invariablemente corren PARALELAS! Esto pasa por mi ciudad, siendo la calle Dorrego una calle donde se ubica lo que pretenciosamente llaman el "polo gastronómico" por su cantidad de restós y heladerías; en cambio, Lavalle es tan solo una calle más, sin ningún negocio importante, solo casas.
Damasita Boedo a mi entender estaba en el lugar equivocado, o mejor dicho no debía estar allí en ese lugar por estar Lavalle casado (muchos historiadores ni la mencionan) y hay demasiadas controversias al respecto. Como la historia la escriben los hombres, a veces, se cometen excesos o algunas mentirillas. Algunos dicen que sólo la unió a Lavalle el hecho de una venganza debido a que Juan Lavalle había matado a su hermano, otros dicen que a un primo y tío. Vaya a saber uno! Lo que es cierto, que la venganza tuvo su lindo desarrollo entre las sábanas.(Lavalle "le dio masita" diría un adolescente)
Que era bella y joven, no discrepa nadie con eso, muy rubia, de ojos azules y con una hermosa cabellera pero ya ves, como rápidamente encuentra reemplazo en quién le ofrece cobijo, como es el caso de Billinghurst; con el cual no tiene descendencia, solo goza de su bienestar social que rápidamente la catapulta nuevamente a un lugar importante en la sociedad y regresar a su lugar de origen.
También hay discrepancia en el lugar de la muerte de Damasita y de sí es cierto que acompañó el corazón de Lavalle o lo que quedaba de él.
Infidelidades en nuestra historia hay un montón, esta bastante desconocida, salvo para las zonzas como yo a la cual le gusta mucho la historia y los hechos recónditos que nadie menciona, como si hacerlo no habláramos de personas públicas,que hicieron algo por la Patria, buena gente,como digo siempre, con sus claros y oscuros, que todos los tenemos!
Gracias por el posteo Luis, siempre es un placer que yo pueda salir a bla-blá!
Interesantìsimo episodio de nuestra historia, que por supuesto, desconocìa.
Nunca ha sido "mi fuerte", el interès por ella, vaya a saber por què.
A partir de haber leìdo "Las venas abiertas de Amèrica Latina" y de ver sus posteos, por aquì, (uno mas interesante que otro), he empezado a degustarla verdaderamente. Una de las razones, por la cual me pareciò interesante abrir esta secciòn en N.E..
Un dato curioso (?) eso de que corran paralelas estas calles, en diferentes lugares, no? Serà mera casualidad?
Tal como dice Cris, la historia la construyen personas, cuyos intereses, mezquindades y dilemas las mueven a hacer o no, lo que creen correcto y adecuado para su momento, no solo en la faz social, sino en lo personal. Las verdaderas razones de las acciones, seràn siempre un misterio. Porque el corazòn humano generalmente tiene un "entre lìneas", una segunda lectura, de aquellas que muestra la mente...
Y volviendo al tema del Karma, sus acciones tendràn siempre consecuencias no solo en sus vidas, sino en las de muchos otros, sin proponèrselo... a veces, generaciones enteras, sufriràn aciertos y desaciertos.
Como una onda expansiva, cada acciòn tendrà su consecuencia...
LES AGRADEZCO INFINITAMENTE, SUS APORTES.
Siempre, MUY ENRIQUECEDORES PARA MÌ!!!!
Nunca ha sido "mi fuerte", el interès por ella, vaya a saber por què.
A partir de haber leìdo "Las venas abiertas de Amèrica Latina" y de ver sus posteos, por aquì, (uno mas interesante que otro), he empezado a degustarla verdaderamente. Una de las razones, por la cual me pareciò interesante abrir esta secciòn en N.E..
Un dato curioso (?) eso de que corran paralelas estas calles, en diferentes lugares, no? Serà mera casualidad?
Tal como dice Cris, la historia la construyen personas, cuyos intereses, mezquindades y dilemas las mueven a hacer o no, lo que creen correcto y adecuado para su momento, no solo en la faz social, sino en lo personal. Las verdaderas razones de las acciones, seràn siempre un misterio. Porque el corazòn humano generalmente tiene un "entre lìneas", una segunda lectura, de aquellas que muestra la mente...
Y volviendo al tema del Karma, sus acciones tendràn siempre consecuencias no solo en sus vidas, sino en las de muchos otros, sin proponèrselo... a veces, generaciones enteras, sufriràn aciertos y desaciertos.
Como una onda expansiva, cada acciòn tendrà su consecuencia...
LES AGRADEZCO INFINITAMENTE, SUS APORTES.
Siempre, MUY ENRIQUECEDORES PARA MÌ!!!!
Perdón estimados amigos: Anoche en el fragor de la historia a Salvador del Carril, el que le cortó las cuentas a su esposa y gran conspirador contra Dorrego, le agregué "Viale" que así se apellidan sus descendientes, por ejemplo el exesposo de la hija de Mirtha Legrand. Son los que constituyeron apellidos de prosapia luego de la repartija de tierras que realizó el Gral. Roca, luego de su "Conquista" al desierto.
Yendo en la ruta hacia mis pagos hay localidades con el nombre de Del Carril y son frecuentes las calles de los pueblos con su nombre también.
Manuel Dorrego es considerado por diversos escritores "El padre del federalismo" pero... esta lucha entre pro y antis, se va a dar continúamente en nuestro país y a lo largo de la historia. En el medio de la lluvia la pasión por la historia no me hizo denostarlo más a Lavalle, sabiendo que su esposa e hijas luego de la muerte de Dorrego habían sobrevivido económicamente trabajando en un taller de costura de un lugar muy conocido pero... a su vez, Angela Dorrego fue vendiendo tierras que le habían quedado en la alcancía. O sea...
Recordemos que hace un tiempo Luis había posteado un tema musical escrito por Ernesto Sábato y ejecutada por Eduardo Falú, la cual rinde un homenaje maravilloso a las lucha de Juan Galo Lavalle. O sea... La historia contada y cantada por quiénes admiraron a determinado personaje de la Historia; nosotros, los que venimos después y no vivimos en la época tomamos partido por uno u otro; tan solo leyendo!
No me parece casual que las calles que llevan los nombres de esos soldados de San Martín y Belgrano, que fueron amigos, corran paralelas, al fin y al cabo , se separaron cuando él uno mandó a ejecutar al otro.
Hoy encuentro Graciela ¡POR FIN! una cosa que NO TENEMOS EN COMÚN, la Historia! Vos, en tus laboratorios, manejada con ciencias duras, dándome enseñanza de cosas que desconozco y yo, en el otro ángulo! Jajajajajaja! La una una romántica incurable, vos, quizás más práctica, más razonadora, más inteligente, buscándole la explicación a un sapo y yo entendiendo que éste le canta a una canción a una adolescente. O sea, que mi divagar en la nube de p2 es eternaaaaaaaaaaaa! Jajajajaja! TE QUIERO!
Yendo en la ruta hacia mis pagos hay localidades con el nombre de Del Carril y son frecuentes las calles de los pueblos con su nombre también.
Manuel Dorrego es considerado por diversos escritores "El padre del federalismo" pero... esta lucha entre pro y antis, se va a dar continúamente en nuestro país y a lo largo de la historia. En el medio de la lluvia la pasión por la historia no me hizo denostarlo más a Lavalle, sabiendo que su esposa e hijas luego de la muerte de Dorrego habían sobrevivido económicamente trabajando en un taller de costura de un lugar muy conocido pero... a su vez, Angela Dorrego fue vendiendo tierras que le habían quedado en la alcancía. O sea...
Recordemos que hace un tiempo Luis había posteado un tema musical escrito por Ernesto Sábato y ejecutada por Eduardo Falú, la cual rinde un homenaje maravilloso a las lucha de Juan Galo Lavalle. O sea... La historia contada y cantada por quiénes admiraron a determinado personaje de la Historia; nosotros, los que venimos después y no vivimos en la época tomamos partido por uno u otro; tan solo leyendo!
No me parece casual que las calles que llevan los nombres de esos soldados de San Martín y Belgrano, que fueron amigos, corran paralelas, al fin y al cabo , se separaron cuando él uno mandó a ejecutar al otro.
Hoy encuentro Graciela ¡POR FIN! una cosa que NO TENEMOS EN COMÚN, la Historia! Vos, en tus laboratorios, manejada con ciencias duras, dándome enseñanza de cosas que desconozco y yo, en el otro ángulo! Jajajajajaja! La una una romántica incurable, vos, quizás más práctica, más razonadora, más inteligente, buscándole la explicación a un sapo y yo entendiendo que éste le canta a una canción a una adolescente. O sea, que mi divagar en la nube de p2 es eternaaaaaaaaaaaa! Jajajajaja! TE QUIERO!
Señor general don Juan Lavalle.
Querido general: Dorrego preso en poder de escribano, escribe al ministro Díaz Vélez, lo que sigue: “Estoy prisionero en manos del jefe de este regimiento –Lavalle-. Marcho a Buenos Aires y le suplico tenga la bondad de verme antes de entrar allí…Daré indicaciones que podrán contener y cortar las cuestiones del día y a los que las sostienen”…
Ha escrito también a Brown; no sé que le dirá. La noticia de la prisión de Dorrego y su aproximación a la ciudad, ha causado una fuerte emoción; por una parte, se emplean todos los manejos acostumbrados para excusar un escarmiento y que nuestras víctimas de Navarro queden sin venganza. No se sabe cuánto puede hacer el partido de Dorrego en este lance que se compone de la “canalla” más desesperada. Sin embargo, puedo anticipar, que si sus esfuerzos son impotentes para turbar la tranquilidad pública, son suficientes, para intimidar a las almas débiles de su ministro y sustituto Brown. Díaz Vélez, había determinado que Dorrego entrase a la ciudad. Pero yo, de acuerdo con Segundo de Agüero, le hemos dicho que, dando ese paso, abusaría de sus facultades, porque la naturaleza de tal medida coartaba la facultad de obrar en el caso al único hombre que debiera disponer de los destinos de Dorrego, es decir Usted, es decir, al que había cargado sobre sí la responsabilidad de la revolución; por consiguiente, el Ministro debía mandar a Dorrego, encaminado a donde está usted…
Ahora bien, general, prescindamos del corazón en este caso. Un hombre valiente no es vengativo ni cruel. Yo estoy seguro que usted no es ni lo primero ni lo último. Creo que es un hombre de genio, y no puedo figurármelo sin la firmeza necesaria para prescindir de los sentimientos y considerar obrando en política los actos, de cualquier naturaleza que sean, como medios que conducen o desvían de un fin.
Así, considere usted la suerte de Dorrego. Mire usted que este país se fatiga hace 18 años, en revoluciones, sin que una sola produjera un escarmiento. Considere el origen innoble de esta impureza de nuestra vida histórica y lo encontrará en los miserables intereses que han movido a los que las han ejecutado. El general Lavalle no debe parecerse a ninguno de ellos; porque de él esperamos más. En tal caso, la ley es que una revolución es un juego de azar en el que se gana hasta la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella. Haciendo la aplicación de este principio de una evidencia práctica, la cuestión parece de fácil resolución. Si usted, general, la aborda así, a sangre fría, la decide; si no, yo habré importunado a usted; habré escrito inútilmente, y lo que es más sensible, habrá usted perdido la ocasión de cortar la primera cabeza a la hidra y no cortará usted las restantes; ¿entonces, qué gloria puede recogerse en este campo desolado por estas fieras?.... Nada queda en la República para un hombre de corazón.
Salvador María del Carril.
«Publiqué "SOBRE HEROES Y TUMBAS" en el año 1961, en el que escribí la tragedia final del General Juan Lavalle –su decisión de tomar Buenos Aires, después de organizar en Montevideo el plan de derrocamiento de Dorrego–. Se han escrito muchísimas páginas de historia sobre aquel desdichado acontecimiento. Cuando me decidí a tomarlo para mi novela, no era, en modo alguno el deseo de exaltar a Lavalle, ni de justificar el fusilamiento de otro gran pátriota como fue Dorrego, sino el de lograr mediante el lenguaje poético lo que jamás se logra mediante documentos de partidarios y enemigos; intentar penetrar en ese corazón que alberga el amor y el odio, las grandes pasiones y las infinitas contradicciones del ser humano en todos los tiempos y circunstancias, lo que sólo se logra mediante lo que debe llamarse poesía, no en el estrecho y equivocado sentido que se le da en nuestro tiempo a esa palabra, sino en su más profundo y primigenio significado». Ernesto Sábato
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