Limpiándose las manos llenas de tierra reseca en las bombachas tomó el camino hacia su casa.
En la senda habitual, uno de sus animales agonizaba,como si ya fuera una costumbre, quiso desviar la mirada hacia el molino pero sabía que era inútil ya que estaba seguro de que las aspas no se moverían ni un poquito para llenar a medias el tanque australiano ni abrevaderos; una bandada de pájaros pasaron raudos sobre su cabeza, probablemente buscando en algún lugar un poco de agua, alguna laguna, lejana sin dudas.
Antes de entrar a su casa, le acarició la cabeza a su pingo, El Poncho, que lucía macilento, de los bolsillos sacó un marlo de maíz, chiquito, reseco, y se lo dio, como un mimo.
Si todos los animales pudiesen vivir de mimos pensó para sus adentros...
Abrió la puerta de su casa y el fresco de la misma le hizo sentir una especie de alivio, revivir una esperanza, de que todo fuera como antes, como el año pasado, que las nubes negras no solo eran promesas y se desgarraban sobre los campos enverdeciendo la chacra, haciendo retozar a los borregos recién nacidos, donde la polvareda no atenazara la garganta y las esperanzas.
Matilde con su bello cabello recogido , le sonríe apenas y le extiende un mate mientras la cercanía de él le había empezado a acariciar el cuello, con un beso reseco como la tierra.
Jaime, hoy no tuve leche para darle al Pichón. No sé, pareciera que se me secó la teta... Tuve que ordeñar a la Colorada y hervir lo que le pude sacar a la pobre vaca.
Jaime en silencio va hacia la cuna de su gurí mientras chupa el mate y allí lo ve, dormido, rozagante, bello... esa mezcla hermosa de Matilde con algunos rasgos de él.
Matilde no te preocupes, mañana monto a El Poncho bien temprano y me voy para la proveduría y traigo los tarros de leche y los bidones de agua que sean necesarios.
Quizás, ni haga falta porque tengo esperanzas de que esas nubes que vi viniendo del sur nos traigan una buena lluvia, esa que necesita la chacra. Vos tenés que estar tranquila, tenemos que zafar de ésta, ya vas a ver que lloverá!-------------------

Después que comieron un frugal guiso, de esos que nunca faltan en cualquier olla de campo, aunque cada vez había menos, Matilde se fue con el guri a acostar. Jaime se quedo pensativo en la puerta de la casa observando el oscuro cielo que era toda su esperanza.
Sin embargo un pensamiento tan oscuro como la noche lo carcomía, sabia muy bien que para tranquilizar a Matilde le había mentido, sabia muy bien que Don Braulio, el puestero, ya le había fiado demasiado y la ultima vez le habia advertido Jaime esta es la ultima, ya te ayude demasiado y se termino.
Se sentó en el portal, y empezó a recordar un cuento que le contó un forastero a su padre hace muchísimos años sobre un gringo en la misma situación y que vencido decidió prenderle fuego al campo con el, su esposa y sus cinco hijos y todos encerrados en el rancho y mientras las llamas laceraban sus cuerpos gritaba Dio Ladro, Dio Ladro.

El solo hecho de recordar aquello hizo que dos gotas de agua rodaran por sus mejillas y un nudo amargo le recorrió la garganta.
Intentaría cualquier cosa, antes de tomar tan drástica decisión......para salir del trance se dirigió a la cocina y busco en la alacena la botella de ginebra, del pico nomas tomo un trago y luego otro y otro.......

La noche seguía cerrada pero un viento frió recorría la tierra, estaba de vuelta en la puerta cuando vio a una mujer de cabellos plateados y aun gato tan negro como la misma noche que resueltamente se acercaban a el. Primero se sobresalto, pero luego se acordó que sus paisanos decían que en ciertas ocasiones, cuando todo esta perdido algunas animas se hacen presentes........

La figura desconocida en principio estaba recostada sobre la última casuarina de la casa y comenzó a caminar hacia él.

Se secó las lágrimas de un manotazo y fijó bien la vista en la figura de mujer que así de imprevisto y en la noche más negra y desesperanza se presentaba.

Pero qué torpe maricón! Si era Malu, la vieja que parecía eterna y conocida en el pueblo...

Algunos le temían y en cuanto la veían se apartaban, pocos sabían dónde vivía pero para Jaime era un ser entrañable y conocido. Ella había sido quién la ayudara a su madre cuando él nació, porque ése día su viejo se encontró con la sorpresa de que el médico no estaba en el pueblo y sólo le restó ir a buscar a Malu, con pocas esperanzas ya que su mujer llevaba horas y horas de trabajoso parto.

Fue Malu la que lo trajo al mundo y lo sacara de la casa levantándolo hacia las estrellas, como una ofrenda a un ser especial, en el que en esta dura sequía parecía ayudar poco, si es que existía...

Malu se acercaba hacia él y vio que sobre el hombro traía su acostumbrada bolsita blanca. Generalmente traía algún jarabe para diferentes dolencias y Jaime la quería de un modo tan especial, que prefería ir en secreto al médico o al dentista según fuera su necesidad antes que tomar lo que la mujer le ofrecía.

La anciana Malu, se sentó al lado de él, en silencio y lo observaba con sus ojos casi blancos por las cataratas.

Me anduvo tomando muchacho, mala cosa!

¿Y la Matilde? ¿Y el pequeño Nehuén? Mire, anduve preparando unas cositas porque sé bien que cuando se secan los pozos, también se secan los pechos de las madres.

¿No fue a darse una vuelta por la Cooperativa? Hoy había riniún y a Ud no lo vi!

Jaime dijo un no con la cabeza entre las piernas; cómo para ir a la cooperativa estaba él si en esa temporada nada habría que ofrecer!

Cuentas y solo cuentas... Acordar un nuevo subsidio, para qué? Si en el galpón estaba parada la chatita desde hacía meses, le ofrecían repuestos de origen chino que no duraban lo que una nube en ése campo sombrío...

Malu le acercó las manos, como maderas de matasebo, retorcidas y oscuras y las apoyó sobre su cabeza.

Apenas la anciana lo tocó, las casuarinas empezaron a silbar. No, no era chiste, se había levantado un viento más gélido y la hilera del pinar susurraba al compás del viento, que se agigantaba, cada vez más y más intenso.

Malu de su bolsa blanca sacó un cultrum y comenzó a entonar una especie de cántico, con un hilito de voz, en lenguaje no del todo desconocido para él, casi como un llanto, un gemido de la tierra. De ésa tierra partida, reseca, que lo había llevado a pensamientos por demás oscuros.

Un rayo seco retumbó a lo lejos...

y el clásico olor a tierra mojado inundo el ambiente, Jaime que absorto, observo a la Malu, se fijo en su acompañante que lo miraba como midiendo cuanto tiempo tardaría en comer a semejante "animal", miro hacia adentro, si nuevamente unas lagrimas recorrieron su curtido rostro, cuando volvió su vista hacia adelante la Malu y su compañero habían desaparecido, era como si el mismo viento se los hubiera llevado..
Un nuevo trueno retumbo mucho mas cerca y la momentánea luminosidad producida por el rayo le permitió ver que la Malu y su felino amigo que se iban muy rápido por la picada del monte, a una velocidad digna de la mas núbil doncella.
La sinfonia de rayos y truenos cada vez era mas fuerte y mas grande y el viento a las perdidas empuja alguna gota que caía, sobre la tierra sedienta.....Queria quedarse despierto, pero el cansancio, la ginebra y la paz que son su sola presencia habia logrado la Malu lo llevo a acostarse al lado de su mujer.. la que por algun extraño motivo no escuchaba los truenos ni los primeros golpetos de la lluvia sobre el techo de chapa de su casa y que tampoco despertaban a su guri.....
Cerro los ojos, y pensó fue la Malu, pero al instante una figura burlona se formo en su mente, una gato negro y lustroso que le decía,"nunca abandonamos a los nuestros" .

Una gota le golpeo la frente, luego otra y otra, llovía a raudales y descubrió que el techo estaba roto, ya clareaba sobre el horizonte, incomprensiblemente Matilde y Nehuen seguían durmiendo y por suerte la única grieta en el techo por donde entraba el agua le caía a el, solo a el y empezó a reír, y reír y reír.....salio de su casa y vio que toda la tierra estaba rebozando de agua, que las hojas que habían permanecido en su ramas despojas ya del polvo por el viento y la lluvia tenían otro color......el canto de los pájaros lo trajo de vuelta a su realidad y con sus pies llenos de barro dirigió la mirada a la picada y solo dijo Gracias, le parecio escuchar un maullido a la distancia, pero simultáneamente escucho la voz de Matilde "Jaime, mis plegarias fueron escuchas, esta lloviendo"